Fotograma de la versión Titanic, que dirigió Jean Negulesco
Ha sido una paulatina reconversión interior, un proceso de maduración propiciado por los avatares y los años. En fin, que me paso a músico de la orquesta del Titanic. Ya sé que esto hay que explicarlo, voy.
No sé ustedes, pero una percepción bastante extendida sobre el papel de aquella orquesta, tocando mientras el barco se hundía, fue en cierta manera la de unos irresponsables, unos insensibles o unos mandados en el mejor de los casos. No estoy de acuerdo, igual que otros muchos. Siempre me pareció que aquellos hombres tuvieron un comportamiento profesional, en el sentido más estricto de la palabra. En definitiva, que fueron unos héroes, dignos de todo elogio y recuerdo. Con su música mitigaron el horror, la locura y el caos, y con ello que el desastre, en general, fuera mayor. Y, si no queremos aceptar eso, al menos demos por bueno que sus postreros compases fueron bálsamo de hombres y mujeres en sus últimas horas, antes de perecer ahogados.
Ilustración de Willy Stöwer: Untergang der Titanic (El hundimiento del Titanic)
En el mundo real, en el día a día, se pueden establecer comparaciones parecidas. Por si les sirve de analogía, me voy a centrar en la defensa del medio ambiente, un «barco» en el que todos estamos subidos y en el que nos va literalmente la vida, sobre todo a las generaciones venideras.
Muchas personas se han dedicado a investigar, documentar, proponer alternativas, y finalmente alertar, gritando incluso, sobre la insostenible gestión de la naturaleza y el imparable descenso de su biodiversidad. Un servidor ha militado microscópicamente en esa trinchera, señalando el vertiginoso deterioro en calidad y cantidad de los recursos hídricos, mi área de investigación profesional.
Ha sido un cometido ingrato ese de regañar, criticar, llamar la atención o denunciar, sobre todo, a gestores y políticos. Ingrato también por generar situaciones personales tensas, por ser educadamente ignorado y apartado, en fin, ya saben. E ingrato también, y quizás sobre todo, por los modestos resultados obtenidos (ver El azul de metileno y la protección del medio ambiente y Comprendo, comparto y aliento tú inútil esfuerzo). Queda la satisfacción de comprobar cómo se ha incrementado la cultura, la conciencia y la sensibilidad ambiental. No obstante, me pesa decirlo, ese avance no ha conllevado una disminución de las agresiones ambientales, sino un aumento, porque al mismo tiempo que somos teóricamente más naturalistas hemos incrementado por mil el consumo a todos los niveles, y con ello nuestra huella sobre el planeta. Muchas veces lo he dicho, los auténticos ecologistas fueron los habitantes del mundo rural de antaño, entre ellos los serranos de toda la vida. Hasta hace apenas medio siglo, sin partidos, propaganda, ni movimientos ecologistas, la afección ambiental per cápita en España era infinitamente menor a la de ahora. Pero no quiero extenderme en eso, ni desviarme del tema que me ocupa.
Retomo el hilo. A esa parte de la sociedad de valientes e imprescindibles voces críticas (hablo de las civilizadas y bien documentadas), siempre se ha superpuesto otro grupo humano igualmente necesario. Es el de los que, por encima de todo, ensalzan la belleza de la Naturaleza. La de muchos fotógrafos, cineastas, documentalistas, pintores, poetas o escritores que trasladan diariamente con sus oficios mensajes amables, luminosos, sorprendentes, entretenidos y alegres de la Vida y la Naturaleza. Fue, por ejemplo, el brutal empuje en defensa de la Naturaleza que supusieron los documentales de Rodríguez de la Fuente, de Cousteau o de National Geographic, sin mencionar otras muchas aportaciones del estilo en otros ámbitos. Ahí quería llegar. Esos podemos decir que fueron músicos de la orquesta del Titanic, en ese símil del famoso trasatlántico, convertido aquí en Naturaleza y arca de Noé.
La exaltación de la Naturaleza es un potente medio para crear conciencia de su defensa y conservación (imagen National Geographic)
Naturalmente, no he sido el primero en caer en ese símil. Se han hecho varias películas, escrito libros y editado discos en los que se ha puesto de relieve el benefactor papel que ejercieron aquellos valientes músicos. Sin ir más lejos, Sabina y Serrat editaron un disco titulado La orquesta del Titanic, del que dijeron: «Es una metáfora, porque nosotros también seguimos cantando en un mundo que se está hundiendo».
Pues bien, ha llegado el momento de volcarme más con esa gente del barco que entretiene y cultiva la belleza, aunque también navega utilizando con inteligencia la ironía, la chanza y el humor negro. Creo que he escrito y dicho (casi hasta la reiteración cansina) cuales son las principales amenazas de los ecosistemas acuáticos y de los recursos hídricos del sureste peninsular. De la destrucción de la Vega de Granada, del agotamiento de ríos (con el Darro por bandera) y manantiales de Andalucía, de la transformación del paisaje del agua de la Alpujarra, del decaimiento de las aguas del mundo rural abandonado, de la desecación de humedales, del efecto en los ecosistemas de los plaguicidas, de la muy deficiente depuración de las aguas de población, de la sobreexplotación de los acuíferos, de la ocupación de los espacios húmedos, etc. Al final les dejo una relación de algunos artículos divulgativos al respecto (“aguafiestas” los he denominado) que pueden descargarse de Internet.
Pantallazo de uno de los artículos que más me dolió escribir, “La segunda desecación del campo español, ahora el turno de manantiales y ríos”
En esta era de la información y de Internet no cabe el desconocimiento. Todo el que gobierna o gestiona sabe perfectamente, por sí o por otros, de los daños, y beneficios, que cualquier política o medida provoca. Lo sé, gobernar es difícil, lo digo en descargo de políticos y gestores, a los que, al menos, les pido honestidad. Que expongan claramente las bondades y maldades de sus actuaciones, y sobre todo que no nos engañen. Cansa ese «no nos consta» del lenguaje político o ese descargar las culpas en los de antes, los vecinos, los otros o últimamente en el socorrido cambio climático mundial, que todo lo aguanta y que no tiene responsables jurídicos.
Todo indica que el planeta se encamina al colapso, víctima de la septicemia que vaticina uno de mis más sabios amigos. Quiero pensar que la extinción será sólo parcial, igual que lo fue entre los pasajeros del Titanic, y que el ser humano seguirá habitando la Tierra. Ojo, no confundamos, la extinción de la humanidad con la de la vida, que continuará hasta que la geología planetaria dictamine, porque si hay una cosa que todo lo restaña es el tiempo, y la Tierra lo posee. En fin, no quiero seguir aguándoles la fiesta, que ya les he dicho que tengo intención de cambiar de oficio y dejar el de la agorería.
Por lo pronto, he comprado una máquina de fotos con buen zoom, con la que me voy a aplicar en mejorar mis fotos de paisajes, de aguas y de pájaros (de los de plumas). Para continuar con buen pie, un grupo de amigos senderistas y cerveceros hemos decidido bautizar nuestro grupo como La Orquesta del Titanic. En las normas de buena conducta estará admirar y difundir las bellezas de este mundo y enaltecer la amistad y el amor por encima de todas las cosas. El que critique o regañe paga la ronda. Me conozco, y a mis amigos también, por lo que doy por seguro que maliciosamente me pondrán delante sangrantes señuelos, para sacarme unas cervezas gratis. A ver cómo sorteo las tentaciones.
En fin, lo dicho, que dedicaré mis últimos años a la orquesta. ¡Qué siga tocando! (les recomiendo este vídeo)
Algunos artículos “aguafiestas” relacionados:
– El azul de metileno y la conservación del medio ambiente
– El silencio del agua y de los pájaros
– Aguaderos y bebederos artificiales, el futuro
– Cantaras al aire, símbolo del vaciado etnográfico de una sierra
– Sumideros de precipitación, sequías y cambio climático
– El desierto, nace o se hace, a propósito de la Hoya de Guadix-Baza
– No hay jugo para tanto pino, el decaimiento de las fuentes forestales
– Comprendo, comparto y aliento tu inútil esfuerzo
– La segunda desecación del campo español, ahora el turno de manantiales y ríos
– La varilla del aceite de los embalses subterráneos
– Masas de aguas subterráneas, una figura de gestión cuestionable
– La batalla de la tierra la gana de nuevo el gran jefe blanco
– La Vega de Granada, historia de una lenta agonía
– La seca de fuentes, una dolorosa epidemia
– Las conducciones de la presa de Rules, una historia digna de Pepe Gotera y Otilio
– El silencio de la ausencia, fuentes que se secan
– El medio ambiente periurbano, la cenicienta de la película
– El bosque protector del Marquesado y el agua
– El placer de pasear junto a un río, a propósito del Darro
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