Los «ríos chopo»

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El río Genazal (Loja, Granada) es un típico «río chopo». Pero para entender eso habría que leer el artículo

 

Hace tiempo publiqué en este mismo blog una entrada titulada “El árbol y el río. En esencia, se trataba de una analogía entre árboles y ríos, bueno entre las raíces de los primeros y los nacimientos de los segundos. La comparación venía a cuenta de que los árboles crecen y viven gracias a sus raíces, exactamente lo mismo que les pasa a los ríos, solo que en ellos sus “raíces” están constituidas por los enjambres de manantiales de su cuenca. Todo surgió como un divertimento pedagógico, como una manera de sorprender, atrapar la atención y explicar de forma sencilla el funcionamiento y la importancia de la parte oculta de los ríos, ese flujo subterráneo que termina dándoles vida a partir de los nacimientos (de ahí ese hermoso nombre), y muy especialmente durante los estiajes. Desde que incorporé este símil a clases, charlas y artículos, el corpus docente ha ido creciendo con añadidos de amigos, compañeros y personas diversas, de forma que se han abierto otros frentes pedagógicos y el ejemplo se ha perfeccionado sustancialmente.

Como continuación de aquél primer artículo de «El árbol y el río», publiqué otro de titulo Los «ríos higuera», el primero de una trilogía junto a Los «ríos chopo» y Los «ríos pino», cuya pretensión es que fueran representativos de tres tipos de ríos frecuentes en el clima mediterráneo con la analogía de sus correspondientes árboles de referencia. Así pues, este es el segundo artículo de esa pretendida trilogía.

¿Qué quieren que les recuerde cuales eran los «ríos higuera»? Pues son aquellos que más se parecen a las higueras, como árboles de porte medio, bastante ramificados y abiertos, dotados de un sistema radicular extraordinariamente denso y extenso, de los que se han dicho que son los árboles frutales por excelencia del clima mediterráneo. Árboles rústicos, de regadío y de secano, que sobreviven a las más duras penurias hídricas, pero también resistentes a las agresiones y a las podas salvajes (rebrotan). Pues bien, algunos ríos presentan, salvando las distancias de la celulosa al agua, bastantes analogías con las higueras, en este juego pedagógico que estamos manteniendo. Se trata de aquellos ríos que se nutren de numerosos nacimientos, muchas veces de carácter difuso y oculto dentro de los cauces, manantiales que brotan a diferentes cotas en respuesta al drenaje de niveles locales e independientes. Ríos que van ganando caudal progresivamente, sin llegar a ser normalmente caudalosos. Ríos que soportan bien las sequías y, sobre todo, las afecciones provocadas por extracciones de aguas subterráneas. Ríos que, aunque les sienta como un tiro, toleran con cierto decoro los sangrados (las podas) del cauce, que son las derivaciones, al ser frecuente el rebrote de caudales aguas abajo como ya se ha comentado. En definitiva, ríos modestos, pero duros y resistentes, una joya y garantía de la existencia de tramos fluviales de aguas permanentes en clima mediterráneo.

Hecho este rápido recordatorio, ¿cómo serían entonces los ríos chopo? Pues siguiendo el mismo procedimiento que con los ríos higuera, habría que ver cuales son las características principales de estos árboles. Veamos si estamos de acuerdo. Se trata de árboles verticales, de gran envergadura y porte elegante, muy exigentes en agua, de pocas raíces, pero profundas. Valdrían aquí también otros árboles típicos de ribera, como sauces o fresnos. Esas pocas características son suficientes para definir ríos a su medida. ¿Adivinan cuales podrían ser? Si, un «río chopo» prototipo sería el generado por apenas un gran nacimiento kárstico, suficiente para dotarlo de un exultante caudal, irregular, pero permanente. Son ríos de pocas raíces (manantiales), pero buenas (profundas), suficientes para garantizarles lozanía y esplendor, como esos álamos que crecen magníficos a la orilla del agua. Pero a esa engañosa prestancia de río señorial y caudaloso, le acompaña una gran vulnerabilidad, la dependencia de su ser a pocas raíces, que en caso de verse afectadas trasladan al río inmediatamente su decadencia y decrepitud. A fin de cuentas, es exactamente lo mismo que les pasa a los chopos cuando se explotan o derivan sus aguas nutricias o les viene una sequía gorda.

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La imagen de ese chopo aislado y altivo representa bien a sus ríos homónimos. Caudalosos y señoriales, pero vulnerables a las sequías o a la sobreexplotación de acuíferos

Cada vez más frecuentemente, los acuíferos kársticos se están convirtiendo en preciados objetos de deseo con la finalidad de regularlos e incluso sobreexplotarlos para riego y abastecimiento. En esas circunstancias, sus manantiales, que son los rebosaderos de los mismos, son los primeros en verse afectados, e inmediatamente los ríos a los que dan vida. Paradójicamente, muchas veces esa rotundidad en las afecciones, que son inequívocas y rápidas, son su salvación, al levantar en la sociedad sentimientos de repulsa y rechazo hacia la decrepitud o pérdida de sus ríos. Desde luego, infinitamente peores son las muertes sibilinas diferidas en el tiempo, aquellas que provienen de sondeos distantes de los manantiales, a los que van mermando poco a poco, casi insospechadamente, hasta que la puntilla final les viene dada muchas veces en forma de aguda sequía. Entonces, los inocentes desinformados o los interesados de siempre, dirán que el río murió victima del cambio climático, de una seca jamás conocida.

Esperemos que no, que estos magníficos ríos chopo que adornan y enriquecen la geografía española sigan siendo esbeltos, señoriales y saludables como siempre lo han sido, igual que esos álamos insignes que ribetean los cauces españoles mirando al cielo.

 

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