Siembra de aguas de uso ganadero en Sierra Nevada

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Nota.- Este artículo es una versión divulgativa y resumida de un trabajo científico publicado en el X Simposio del Agua en Andalucía, del que fue coautor Sergio Martos, que ha de considerarse igualmente coautor ahora

 

En el Parque Nacional de Sierra Nevada, casi rozando los 3.000 metros, aún se conserva una antigua cultura de aprovechamiento del agua para uso ganadero. Es la “siembra de aguas” para generar pastizales de primavera-verano. Con este artículo, hemos pretendido rendir homenaje a ese trabajo oculto y callado de los pastores de esta alta montaña. Son aprovechamientos que se extienden de forma modesta por todos los altos valles, dando lugar a paisajes culturales de mayor interés, belleza y biodiversidad que sus predecesores naturales. Hoy día, las praderías irrigadas están perfectamente naturalizadas e integradas en el paisaje, de forma que el ojo no experto solo aprecia escenarios vírgenes, donde en realidad ha dejado su huella de forma casi imperceptible la mano del hombre. Estos pastizales irrigados son aprovechados por el ganado (vacuno, caprino y lanar) y por los herbívoros salvajes (cabra montés, jabalí y recientemente también ciervo).

En este trabajo se diferencian cuatro tipos principales de siembra de aguas de uso ganadero en alta montaña (por encima de los 2.000 metros), que no habían sido caracterizados hasta el momento. A las tipologías consideradas les damos nombres muy intuitivos, como son en “tenedor” (o árbol»), en “abanico”, en «peine» y en “raspa de pescado”. Como es lógico, no se trata de sistemas endémicos o exclusivos de Sierra Nevada, de forma que los podemos encontrar en otras altas montañas del mundo, entre ellas Andes, Himalayas, Cáucaso, Atlas, etc. Bastante información en castellano empieza a tenerse de los Andes centrales, a partir de los trabajos de Jorge Novo, Rafael Fernández Rubio o Sergio Martos. Allí, a las siembras de aguas o careos les denominan mamanteos, precisa y bella palabra que lo dice todo.

A cotas más bajas, ese aprovechamiento ancestral del agua, en forma de siembras o careos, muestra realmente su máximo esplendor, si bien su uso es ya eminentemente agrícola. Allí, fueron las comunidades de labradores quienes construyeron, posiblemente a partir del siglo X, un denso entramado de acequias kilométricas de transporte, recarga y regulación de las aguas del deshielo, al tiempo que aparataban e irrigaban las laderas, desde las cotas más altas hasta las vegas y depresiones del contorno. En ese caso, se trataba de canales trazados casi a cota de nivel, de gran longitud y sección, muchos de ellos tallados en las rocas. Nada que ver con las pequeñas y modestísimas actuaciones (casi individuales) de las que trata este artículo.

Todos estos sistemas de siembra de aguas de Sierra Nevada, de aprovechamiento ganadero y agrícola, fueron indispensables hasta hace apenas 60 años para la supervivencia de sus habitantes, mientras que vienen decayendo desde entonces por el progresivo abandono de las citadas actividades tradicionales. No obstante, los beneficios ambientales e hidrológicos indirectos de esas prácticas son enormes, razón por la cual vienen siendo objeto de investigaciones multidisciplinares desde hace unos años. Hoy casi todo el mundo coincide en que toda esa cultura del agua constituye un excepcional activo ambiental, hidrológico y cultural, responsable en gran medida del paisaje y del régimen de manantiales, fuentes y ríos del que hoy disfrutamos. Incluso, ya empiezan a surgir voces que reclaman la consideración de estos sistemas de aprovechamiento ancestral de aguas de alta montaña como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO.

Siembras de aguas en “Tenedor”. Se trata del tipo de siembra de aguas más intuitivo, elemental, fácil de realizar y más profusamente empleado por los pastores. También suele ser el primero en adoptarse en el sentido del flujo. En síntesis, lo que simula es un desbordamiento (controlado), similar al de un abanico fluvial en miniatura. Su vértice suele arrancar de un manantial, pero también puede hacerlo desde un nevero o desde un incipiente arroyo. Se trata de diverger, abrir o expandir el flujo que circula por un cauce. La derivación en el sentido de la corriente solo es adecuada si el caudal y la pendiente no son excesivos. Apenas sin necesidad de herramienta alguna, el oficio del pastor consiste en provocar por ligera excavación la derivación del agua, que una vez fuera del canal natural labra uno nuevo secundario, terciario, y así sucesivamente. El oficio consiste en “moldear” adecuadamente la red de canales y en ir conformándolos, como si se tratara de la poda de un árbol (de ahí el nombre que también se le da a este tipo de siembra). Otras veces, esas derivaciones se fuerzan poniendo obstáculos a la corriente, normalmente peñones (que pueden manejarse a voluntad poniéndolos o quitándolos donde y cuando convenga). En otras ocasiones, este sistema también permite manipular las entradas y salidas del agua a zonas encharcadas, chortales, chancales y lagunas abiertas, que son utilizadas como depósitos transitorios de almacenaje y regulación. A título de curiosidad, en los Andes peruanos este tipo de siembra, o mamanteo, es conocido como en “pata de gallo” (comunicación personal Jorge Novo), nombre de lo más intuitivo y apropiado también.

Siembra de aguas en ”Tenedor” (también en “Árbol”). El incipiente arroyo se abre artificialmente (aunque pudiera parecer natural) en varios ramales divergentes en el sentido de la corriente, lo que amplía la superficie irrigada, al tiempo que aminora la fuerza del agua y su poder erosivo (foto Antonio Castillo, Alto Dílar, 2.800 m)

Este sistema genera imágenes curiosas, de forma que muchas veces parece que el flujo discurre en sentido contrario a la pendiente si esta no es pronunciada. No obstante, en la alta montaña también se dan estos flujos divergentes de forma natural, en forma de pequeños abanicos y llanuras de inundación, generalmente en inflexiones bruscas del terreno.

Siembra de aguas en “Abanico”. Este tipo de siembra requiere de vaguadas suaves y es ligeramente más laboriosa de hacer que la anterior. En este caso, el agua es derivada en dos ramales, con ángulos comprendidos entre 180 grados (en caso extremo, si fueran opuestos y horizontales) y unos 60 grados. Las pequeñas acequias o regueras de derivación necesitan ser excavadas a mano, si bien tanto su longitud como su sección son modestas, adaptadas a la magnitud de la vaguada y al caudal derivado. El sistema puede ser controlado mediante limitadores o rebosaderos de entrada.

Siembra de aguas en “Abanico”. Aquí se aprovecha normalmente una vaguada para derivar el agua en dos ramales, o en uno (abanico incompleto), abiertos en V. Con ello se abarca con poco esfuerzo gran superficie de irrigación (foto Antonio Castillo. Alto Dílar, 2.600 m)

 

El ejemplo de la fotografía pertenece a un abanico incompleto, con un solo ramal (el derecho en ese caso). Generalmente, el agua se va filtrando desde los ramales, a los que se le abren pequeñas, casi insignificantes, boqueras o caideros. El oficio del pastor consiste en que ni sobre (erosionaría), ni falte agua (secaría la pradera). De nuevo, con este sistema se consigue extender las praderías y retener (o “entretener”) el agua en las laderas, facilitando la retención de sedimentos y de materia orgánica, lo que favorece la fertilización y el crecimiento de los pastizales.

Siembra de aguas en “Raspa de pescado”. Se trata, dentro de los sistemas humildes autogestionados por pastores, del de mayor complejidad relativa. En este caso, el agua, procedente de manantial o arroyo (también de una acequia previa) se deriva por una reguera que recorre la cuerda o “raspa” (divisoria de aguas) de una loma o interfluvio. A partir de esa derivación primaria (la columna o espina dorsal), el sistema va dotándose de salidas laterales a ambas laderas (las raspas), con lo que se consigue una irrigación del doble de superficie que si se tratara de una acequia de ladera. En plano o proyección, estos sistemas semejan raspas de pescado, de ahí su nombre. Como siempre, es muy importante que los flujos laterales no erosionen, produciendo incisiones irreversibles en las laderas. Por ello, suelen ser sistemas, como todos los ganaderos, de poca envergadura y caudal limitado. Igualmente, es frecuente aquí la existencia de pequeños partidores y rebosaderos de caudal a la entrada del sistema, con el fin de evitar eventuales crecidas.

Siembra de aguas en «Raspa de pescado». Una de las más sabías tipologías de siembra de aguas ganaderas en alta montaña. Si se fijan, en esa loma (que corresponde a una morrena lateral) intuirán que por su cuerda discurre una pequeña acequia (la columna o espina dorsal), de la que salen hijuelas laterales (las raspas) (foto Antonio Castillo. Alto Dílar, 2.700 m)

 

Este sistema ofrece además una excelente regulación y recarga hídrica, sobre todo a cotas más bajas, donde las lomas son mucho más amplias y extensas. En ese caso, desde grandes acequias de uso agrícola genera recargas en diferido a largas distancias, dando lugar a manantiales de ladera y a salidas difusas al lecho de los cauces laterales, aportaciones retardadas que son vitales para el mantenimiento de los caudales estivales. Si uno recorre las grandes acequias de la Alpujarra, se dará cuenta que en muchos interfluvios existen salidas, boqueras o caideros con esta finalidad.

Siembra de aguas en “Peine”. Se trata del sistema de siembra de aguas más costoso de construir y mantener por los pastores. Aquí es necesaria la existencia de una acequia de pequeño a mediano tamaño (las de gran tamaño, a cotas más bajas, son manejadas por comunidades de agricultores, como ya se ha comentado), cuya excavación requiere de penosos trabajos, con mantenimientos periódicos, necesarios para evitar atranques, desbordamientos o roturas, que pueden llegar a producir profundas hendiduras en la ladera, con la destrucción, ruina o costosa reparación del sistema.

Siembra de aguas en “Peine”. En este caso, de un río o arroyo se deriva una acequia a cota de nivel, de la que el agua se filtra, desborda o a la que se le abren boqueras en sitios elegidos para la irrigación de la ladera 8foto Antonio Castillo. Alto Trevélez, 2.500 m)

 

En cotas altas, los pastores derivaban el agua de arroyos y pequeños ríos mediante rudimentarias represas y la conducían por acecuelas o regueras, que intentaban recorrer las laderas lo más horizontalmente posible, con el fin de disminuir la velocidad y la capacidad erosiva de la corriente. Frecuentes aquí eran los partidores, limitadores y rebosaderos artesanales para evitar que súbitas crecidas del arroyo tomaran el camino de la acequia y pudieran destruir el sistema. Se buscaban para estas acequias laderas afables, sin roquedos ni barranqueras que interrumpieran la traza. Como puede observarse, el agua se va perdiendo en este caso no tanto por filtraciones, sino por salidas controladas cada cierto espacio. Cada desbordamiento, escape o salida queda identificado por la generación de verdes pastizales, ofreciendo esa imagen que simula en cierta manera un peine.

Siembra de aguas imperfectas y combinadas. Como es de imaginar, en campo los sistemas que observamos suelen ser relativamente imperfectos, o, lo más común, una combinación de de ellos. Un tipo imperfecto bastante frecuente es la siembra “en abanico”. Y un tipo habitual de combinación son las siembras “en peine”, a las que frecuentemente siguen siembras en “abanico”. Pero cualquier combinación que imaginemos es posible.

Artículos relacionados:

– Castillo, A. y Martos, S. (2018). Tipología básica de «siembra de aguas», o «careos», en la alta montaña de Sierra Nevada. Publicaciones del Club del Agua Subterránea, 2 (X Simposio del Agua en Andalucía). II: 721-731. Huelva

«Sierra Nevada, embalse sin paredes, mina y tesoro de aguas»

 

 

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