Reventones y manantiales de «trop plein», espectáculo y espejismo

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Manantial de aguas altas o de «trop plein» de Río Frío (Loja, Granada)

 

Llevamos casi un mes lloviendo y viendo decenas de vídeos de caudalosos manantiales, que antes estaban secos o bien tenían muy poca agua. Un anhelado espectáculo de la Naturaleza, del que las redes sociales (un fenómeno reciente) y los medios de comunicación se están haciendo eco, casi en directo, a través de la actualidad informativa que permiten la transmisión in situ de estos fenómenos desde dispositivos móviles y su enorme poder de difusión vía Internet. Este temporal de febrero y marzo de 2018 (con precipitaciones acumuladas en el sur peninsular, que alcanzan en la mayor parte de nuestras sierras valores comprendidos entre 300 y más de 1.000 litros) está haciendo reventar el agua con inusitada fuerza por muchos manantiales kársticos. Los Chorros del Río Mundo (Riópar, Albacete) se llevan la palma de la atención mediática nacional, con reportajes en telediarios y revistas de máxima audiencia y difusión. Pero en ese particular top ten de magníficos nacimientos, circulan vídeos impresionantes de otros manantiales del sur peninsular, como son los de Fuente Segura (Santiago-Pontones, Jaén), la cueva de Linarejos (Arenas del Rey, Granada), el nacimiento de Benaoján (Benaoján, Málaga), los «Merguizos» del Aguamula (Santiago-Pontones, Jaén), Río Frío (Loja, Granada), nacimiento del río Castril (Castril, Granada), nacimiento de Aguas Negras (Santiago-Pontones, Jaén), nacimiento del Genal (Igualeja, Málaga), la fuente de los Cien Caños (Villanueva del Trabuco, Málaga), el Charco del Moro (Cortes de la Frontera, Málaga) y muchos más.

Los Chorros del Río Mundo (Riópar, Albacete), uno de los manantiales de «trop plein» más espectaculares de España (foto Miguel Ángel Requena)

 

El optimismo desatado por la visión de manantiales y ríos crecidos, casi desbordados, la impresión de acuíferos rebosantes y la sensación de haber burlado con estas precipitaciones al largo periodo de sequía padecido lo inunda todo. Por esa razón, me ha parecido oportuno salir al paso de esta novedad informativa para hacer algunos comentarios, aunque solo sea para explicar cómo funcionan estos manantiales y qué es lo que está ocurriendo.

Sobre este fenómeno de la naturaleza que son los manantiales de «aguas altas» o de trop plein he escrito en otras ocasiones (ver al final del artículo). Estos manantiales que vemos estos días reventando o brotando con fuerza, pertenecen en su mayoría al grupo que los hidrogeólogos llamamos de trop plein. Un término francés que se traduce por «demasiado lleno». En lengua anglosajona el equivalente sería el overflow spring. A nivel científico y técnico recurrimos a esos términos importados porque en castellano no tenemos un nombre demasiado apropiado. Quizás el más certero (y también castizo) sea el de «reventones» y también vale el de «aguas altas», con denominaciones locales como jordanas y otros. Se trata de manantiales que actúan como rebosaderos (todos realmente lo son) de acuíferos kársticos en «aguas altas», durante o tras episodios de intensas y copiosas precipitaciones (y/o también de súbitos deshielos). En esas circunstancias, el gran caudal de agua infiltrada a través de dolinas, sumideros, simas y fracturas abiertas en las rocas calizas (ensanchadas por disolución) es tal, y tiene tanta carga hidráulica y alta velocidad, que el macizo rocoso no saturado se muestra incapaz de adsorberla en profundidad. Ello hace que el flujo se jerarquice rápidamente por la red de conductos de mayor tamaño, que se comportan, para entendernos, como auténticos ríos subterráneos que buscan salida al exterior, lo que ocurre muchas veces por lugares habitualmente secos, que no se corresponden con los manantiales de base o regionales. Lo más común, es que se localicen junto a ellos, pero a cotas algo más altas, si bien en otras ocasiones el agua rompe por manaderos mucho más elevados y alejados de las fuentes tradicionales. De forma paralela, los manantiales de toda la vida aumentan también significativamente sus caudales, rompiendo por fracturas aledañas. Durante estos intensos periodos de precipitación se activan o revitalizan asimismo otro tipo de manantiales, denominados colgados o de ladera, desconectados del nivel freático local.

Corte esquemático de un acuífero kárstico, donde se observa el nivel de base con su manantial, con la activación de conductos más elevados que drenan al exterior por otro manantial (de «trop plein») tras intensas precipitaciones (modificado de cosmolinux)

 

Tanta es la fuerza y la velocidad del agua que circula por el interior de estos conductos kársticos, muchos practicables y bien conocidos por los espeleólogos, que en bastante ocasiones el aire desplazado en cabeza por el agua queda atrapado, comprimiéndose y llegando a salir violentamente al exterior, dando lugar a singulares explosiones, silbidos o rugidos, que llegan a oírse en algunos casos a kilómetros de distancia. Los lugareños dicen entonces que tal o cual manantial, fuente o nacimiento ha reventado (o roto).

Al tratarse además de salidas elevadas, en muchas ocasiones se originan caudalosos chorros, torrentes, saltos e incluso espectaculares cascadas o colas de caballo, como la ya mencionada de los Chorros del Río Mundo. Otras veces no, y las salidas son más discretas, si bien el denominador común es que, en cualquier caso, las aguas brotan de la roca con elevada presión (carga hidráulica) y energía.

Los «Merguizos» del Aguamula (Santiago-Pontones, Jaén), uno de los «reventones» más espectaculares y efímeros que conozco. Corresponden al nacimiento de «aguas altas» del río Aguamula, en la sierra de Segura (foto Luis Cano)

 

Por el propio funcionamiento explosivo de este tipo de manantiales, ocurre que, igual que se manifiestan, desaparecen en poco tiempo al decaer los episodios de precipitación o de deshielos acelerados, según los casos. En cierta manera, estos manantiales efímeros se comportan como bellos fuegos artificiales, que es necesario visitar rápidamente antes de que se apaguen del todo. Realmente, para evaluar adecuadamente la salud cuantitativa de nuestros acuíferos y manantiales lo suyo es esperar a la llegada del verano. Con suficiente tiempo por delante, las aguas infiltradas terminan finalmente penetrando en los bloques menos transmisivos, pero infinitamente más capacitivos, de nuestros acuíferos kársticos, empapando completamente la roca y almacenándose en los huecos desaturados durante los años anteriores. En ese momento es cuando, tanto los niveles piezométricos como las medidas del caudal de los manantiales nos darán la justa medida del incremento de los recursos regulados y del estado de nuestros acuíferos. Los acuíferos saturados o embalses subterráneos, que vienen a ser casi lo mismo, poseen habitualmente unas enormes capacidades de almacenamiento, de forma que en bastantes de ellos no notaremos externamente excesivos cambios una vez pasados estos temporales de lluvias y nieves, señal de que se han «bebido» completamente las aportaciones infiltradas. En ese caso, sus manantiales de descarga apenas se habrán activado al no llegar los deprimidos niveles piezométricos hasta su cota. Ello ocurre en los acuíferos kársticos intensamente explotados y en la mayoría de los detríticos, normalmente sometidos a elevadas extracciones por bombeo.

Un truco. Cuando ustedes vean que un manantial incrementa su caudal súbitamente tras lluvias intensas, ya sabe que le espera el camino inverso cuando cesen estas. Son los más bellos sin lugar a dudas, pero no los mejores, entendiendo por estos los que aguantan las sequías más pertinaces. En definitiva, los buenos de verdad son aquellos a los que las intensas precipitaciones de estos días han afectado poco. Con el tiempo veremos que incrementan lentamente su caudal, como señal de un gran poder de regulación de sus respectivos embalses subterráneos, razón por la cual aguantarán igualmente cuando vengan largos periodos secos. Otros manantiales habrá que ni siquiera se inmuten. Serán los que responden a flujos lentos y profundos, muchas veces asociados a aguas termales y minero-medicinales. En ellos, estas abundantes aguas del cielo de principios del 2018 lo mismo tardan cientos o miles de años en manifestarse. Ese es el gran misterio de las aguas subterráneas. Por eso nos apasionan tanto a algunos.

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