Refugio Elorrieta de Sierra Nevada, ¿conservarlo o derribarlo?

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Refugio Elorrieta sobre los años 30 (foto de José Almagro San Martín. Archivo de Antonio Castillo Rodríguez)

Paisajes del Agua sigue la filosofía que defiende que las sierras sin sus hombres y mujeres, sin su historia y cultura, son únicamente bellas postales sin alma. Los territorios se componen de un patrimonio natural, si, pero también de un patrimonio cultural. Ambos son indisociables y complementarios. El medio ambiente no puede ir por un lado y la cultura y la historia del territorio por otro

 

Traigo a este post un antiguo tema, como es el del lamentable estado del Refugio Elorrieta, si bien la novedad ahora es la repercusión mediática que las redes sociales empiezan a jugar (abril de 2015) en todo ello, cuyo desenlace podría (y debería) acelerarse. Desde hace bastante tiempo subyace un debate larvado entre Refugio Elorrieta si o no. Mientras tanto, el refugio agoniza sin mantenimiento alguno, de forma que su ruina y vandalismo es ya tan evidente que provoca sentimientos de rechazo y vergüenza (ver «Elorrieta, el refugio triste»), una situación en la que el Parque Nacional de Sierra Nevada deberá implicarse antes o después.

En esta ocasión, ha sido «Acción Sierra Nevada«, una plataforma independiente para la mejora y conservación de la montaña, la que viene lanzando desde que se creó, hace unos tres años, la señal de alarma. Esa asociación propone restaurarlo, para lo que impulsa una campaña informativa de apoyo y de recogida de firmas. La respuesta social ha sido un éxito, de forma que en poco más de un mes ya han firmado cerca de 8.750 personas (si todavía no lo ha hecho y lo desea, está a tiempo pinchando aquí). Del mismo modo, se ha conseguido, a través de micro mecenazgo, ayuda económica para acometer, si llegara el momento, lo más perentorio, la impermeabilización de cubiertas y el cerramiento de exteriores, ya que estructuralmente el refugio se encuentra en aceptable estado y parece que no hay peligro para las personas (por ahora y con todas las salvedades) por posibles derrumbes.

Naturalmente, esas intervenciones requieren de autorización administrativa, y, como era previsible, han surgido dudas en la administración competente sobre los caminos a seguir, así como discrepancias entre quienes desean conservarlo, los que propugnan eliminarlo, los que optan por dejarlo abandonado y los que aún no saben, no contestan o prefieren esperar.

Así pues, considero que es necesario abrir un debate urgente, en el que las personas que quieran y, especialmente, las instituciones interesadas (ayuntamientos, Junta de Andalucía, Espacio Natural de Sierra Nevada, Federación Andaluza de Montañismo, etc.) expongan razones y posturas. Son tiempos de participación (la hay), pero sobre todo de consenso, de tal forma que tomar decisiones sin acuerdos amplios o dejar pasar el tiempo sin hacer nada, son actuaciones que la ciudadanía cada vez rechaza con más determinación.

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Artículo del periódico Ideal de Granada, del 11 de marzo de 2015

 

Hace poco publiqué en Facebook una entrada a la campaña de adhesiones de Acción Sierra Nevada. Pasados unos días, en los que he recabado más información e intercambiado opiniones con amigos montañeros, cuyos consejos aprecio mucho, me he decidido a tomar el lápiz para exponer «mis» pareceres, que cómo es lógico no tienen más valor que el de una opinión exclusivamente personal, que puede ser compartida, rechazada o asumida a medias (como todo en la vida). El escrito lo he sistematizado por puntos para hacerlo si acaso más claro. Los cinco puntos a favor del refugio van en el orden en el que los considero de más a menos trascendentes:

1.- El impacto visual y ambiental del Refugio Elorrieta es mínimo. Este primer punto es, a mi juicio, requisito de «casi» obligado cumplimiento para cualquier infraestructura existente (o futura) del Parque Nacional de Sierra Nevada. Al respecto, y curiosamente, Elorrieta es uno de los refugios de Sierra Nevada que menos impacto visual tiene. Y una vez que nos chocamos con él, tampoco duele su figura, bastante armónica, integrada y singular por otra parte. De todas formas, esto de los impactos visuales de los refugios daría para otro debate. No hay más que ver los que existen, por ejemplo, en Pirineos o Alpes, algunos en cimas y muchos junto a lagos, bastantes de ellos más antiestéticos y simplones que el Elorrieta, pero todos sumamente queridos y apreciados. Por lo que respecta a su impacto ambiental, tampoco puede argumentarse que su entorno se halle masificado o degradado, ni, muy importante, que el refugio esté cerca de lagunas o de arroyos a los que pudiera contaminar (como si ocurre con otros del Parque Nacional).

En definitiva, tras 85 años de uso, la mayoría del tiempo haciendo funciones propias de refugio, no está documentado ningún daño ambiental relacionado con el mismo, y esto es importante. No obstante, hay un par de observaciones que pueden hacerse aquí. Una es que se encuentra en la zona cimera (igual que le ocurre al refugio-vivac de la Carihuela o al refugio-laboratorio de la Universidad de Granada, este localizado en la misma cima del Veleta), y eso choca con el ideario que todos anhelamos de «cumbres salvajes». Ese parece ser el argumento principal que esgrime el Parque Nacional y algunos montañeros. Pero es bueno distinguir eso, totalmente improcedente para un refugio de nueva construcción, y otra que se le quiera aplicar a un refugio antiguo o histórico que (importante, repito) no ha causado impacto apreciable en su larga vida. Lo que si es verdad, es que su progresivo deterioro ha desperdigado cascotes y escombros por las inmediaciones, ofreciendo una estampa de «suciedad» y abandono, que ha sido aprovechada por los vándalos de siempre para terminar de expoliar lo poco de valor que quedaba y dejar algunas basuras dentro. Pero eso no va más que a favor de arreglarlo, o incluso de tirarlo, pero nunca de seguir dejándolo como está. En este caso, las ruinas no son bellas. Es mi opinión.

2.- El Refugio Elorrieta forma parte indiscutible del escaso patrimonio histórico de Sierra Nevada. En las altas montañas son muy poco abundantes, por razones obvias, los restos de patrimonio histórico, razón por la cual se hace más necesario, si cabe, proteger lo poco que en ellas se ha conservado. Este aspecto ha sido muy repetido y valorado por la ciudadanía en los comentarios personales que acompañan a las firmas de adhesión recogidas hasta el momento (más de 8.700 a principios de abril de 2015). Se trata de un venerable refugio, con 85 años a sus espaldas, y una historia sorprendente y bonita. La mayor parte se terminó de construir en el verano de 1931 (o quizás en el de 1930) bajo la dirección del ingeniero de montes José Almagro San Martín, esquiador y montañero, que fue presidente de la Asociación Alpinista Granadina. Durante su construcción se conoció como albergue del Tajo de los Machos, si bien pronto tomó el apellido del Director General de Montes, Caza y Pesca Fluvial de la época, Octavio Elorrieta.

Cómo albergue de técnicos y operarios forestales duró poco tiempo, reservando desde el inicio una de sus estancias como refugio de emergencia para montañeros. Durante la Guerra Civil fue utilizado por fuerzas nacionales. Después quedó prácticamente abandonado, hasta que en el año 1963 el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias del Ministerio de Agricultura (de quién dependía en ese momento) lo cedió mediante contrato y por 30 años a la Federación Española de Montañismo. Desde entonces ejerció, con mayor o menor decencia (poca en los últimos años), como refugio-vivac, por el que han pasado miles de montañeros y serranos.

La historia de la epopeya forestal del valle del Lanjarón, en la que el Refugio Elorrieta fue pieza emblemática, junto a su primitivo sendero de acceso, Verea Cortá, está aún por escribir y poner en valor como merece. Se trató de un magno proyecto forestal científico y experimental, que algunos critican en nuestros días con «revisionismo o presentismo histórico». Un error clásico. Para entender mejor la historia de este refugio habría que remontarse al primer tercio del siglo XX, en el que la vertiente sur de Sierra Nevada, y en particular el valle del Lanjarón, vivió durante unos años una auténtica revolución forestal, llevada a cabo por la 7ª División Hidrológico-Forestal (con sede en Málaga). Los acuciantes problemas de torrencialidad y erosión que asolaban unas laderas completamente desnudas, llevaron a diseñar un ambicioso y pionero plan de experimentación y repoblación para la España de la época. Sirva como muestra que se llegaron a ensayar hasta 118 variedades arbóreas procedentes de altas montañas de América, Asia y Europa. Para todo ello se construyeron, solo en la cuenca del Lanjarón, tres albergues (Lanjarón-pueblo, Tello y Elorrieta), siete refugios (entre ellos, el del Caballo, Ventura, Loma de Cáñar y Peñón Colorao), siete viveros, numerosos diques y una red kilométrica de veredas de arriería. Y en todo ese diseño, el albergue Elorrieta fue la obra señera, concebida para ensayar especies forestales a elevada cota (en un vivero adyacente) y realizar in situ investigaciones meteorológicas y edáficas. Proyectos de investigación, innovación, experimentación y desarrollo acordes además con los objetivos más excelsos de cualquier Parque Nacional de cualquier época.

Muy emblemáticas también fueron las veredas acondicionadas, entre ellas Verea Cortá, a casi 2.900 metros de altitud, que recuerda a tramos una pequeña «calzada romana» de alta montaña. En largos tramos, se conserva aún una plataforma elevada sobre el terreno de más de un metro de anchura de mampostería seca. Senderos que hoy utilizamos y admiramos con perplejidad todos los que transitamos por aquellos remotos, pendientes y escabrosos territorios del Alto Lanjarón. Pues bien, todas esas veredas, y demás refugios (que tampoco deberían perderse), a mi modo de ver forman parte del paisaje y del patrimonio histórico-cultural de Sierra Nevada. Todo un valioso y exclusivo patrimonio cultural que no se entendería sin el Refugio Elorrieta, destino final de veredas. trabajadores y de las reatas de mulos empleadas en su construcción. Una historia de Sierra Nevada poco conocida, eclipsada por su lejanía a la capital granadina, cuyos ilustres viajeros, y primeros científicos y alpinistas no se alejaban más allá de los valles del Genil, Monachil y Dílar, en la parte central del macizo.

Con todo acierto, el Refugio Elorrieta se dotó en el año 2007 (BOJA, 74, de 18 de abril) de una figura de protección como elemento histórico, lo que llama la atención con su estado actual de absoluto abandono.

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Verea Cortá a su paso por la laguna de Tajos Altos (o de Bolaños), que enlazaba al Refugio Elorrieta con el pueblo de Lanjarón, pasando por los refugios de Peñón Colorao, el Caballo, Ventura, y los albergues forestales de Tello y Lanjarón-pueblo

 

Estos dos primeros argumentos, mínimo impacto ambiental y alto valor histórico, deberían por sí mismos haber sido suficientes para conservar el Refugio Elorrieta, cuyo valor patrimonial habría sido motivo de preservación de haber estado localizado en cualquiera de los parques nacionales de los Alpes, un referente en el mundo de la montaña, del montañismo y de la conservación del patrimonio natural y cultural.

3.- El Refugio Elorrieta ha sido auxilio de montañeros. Este punto, junto con el anterior de patrimonio histórico, son los más reivindicados por los montañeros de Sierra Nevada para conservar el Elorrieta. Son infinidad los testimonios que recuerdan que ese refugio salvó vidas o evitó pasar trances que pudieron haber tenido desenlaces dramáticos. Aquí la carga emotiva de vivencias, recuerdos, nostalgias y sentimientos de gratitud es enorme. Los montañeros apreciamos mucho la proximidad y el auxilio que nos brindan los refugios, sobre todo frente a causas imprevistas o sobrevenidas, como pueden ser accidentes o cambios de tiempo inesperados. Pero tampoco faltan en este caso voces que alertan del pernicioso «efecto llamada» que este refugio puede tener en su acceso invernal por la vertiente norte. Es prácticamente seguro que algún desenlace fatal se habrá dado en ese acceso, pero eso mismo podría decirse de la mayoría de los refugios vivac, localizados normalmente por su propia función de auxilio eventual en lugares complicados de la alta montaña.

A mi juicio, el Espacio Natural de Sierra Nevada, que abarca una superficie de unas 170.000 hectáreas, necesita de una mejor y más cuidada red de refugios, tanto vivac como guardados, para que la práctica deportiva, aparte de tener aventura, llegado el caso, se realice con un mínimo de seguridad. Refugios que deben estar bien conservados, porque son lugares que aportan imagen y por donde pasan (aunque no los usen) casi todos sus visitantes y usuarios. Es verdad que una minoría maleducada hace a veces un mal uso de ellos (suciedad, fuegos, botellones, etc), razón por la cual entiendo que haya montañeros que piensen que lo mejor es eliminarlos, pero parémonos a pensar si esa es la solución racional.

También es verdad que hay montañeros que siendo más o menos partidarios de los refugios, recelan del Elorrieta porque su localización en el cordón cimero no es la más adecuada. Llevan razón. Como refugio, tampoco como albergue forestal de operarios (su primera función), nunca se habría construido hoy día donde está, a sabiendas de que no cabe enjuiciar actuaciones pasadas con los condicionantes actuales. De todos modos, algunas ventajas tiene. Una de ellas es que está situado en un paso obligado, como es la intercesión de la cresta divisoria (travesía de los tres miles) con la única vereda que enlaza los valles del Dílar y del Lanjarón (vertientes norte y sur). Además, su posición (con entradas a sotavento y sobre rasante), azotada por fuertes vientos ocasionales, no favorece las acumulaciones de nieve, que si llegan a sepultar a otros refugios de la red de uso público del Parque Nacional, hurtándoles su visibilidad y uso en caso de emergencia. También debe señalarse que su localización no compite con refugios próximos en uso, ya que los más cercanos se sitúan a casi tres horas de camino, ya sea hacia el refugio del Caballo o hacia el de la Carihuela. Por todo ello, tras más de 80 años dando auxilio montañero, creo que se ha ganado su lugar dentro de la red de refugios vivac de Sierra Nevada, aunque solo sea por su condición de histórico y por sus evidentes singularidades constructivas. Y así fue (y está) contemplado en el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de Sierra Nevada (BOJA, 155, de 9 de agosto de 2011), en donde figura como equipamiento de uso público deportivo.

Puesto que su uso como vivac ocuparía una mínima estancia, el resto podría albergar un espacio digno para efectivos del Parque Nacional en labores de vigilancia, especialmente tratándose de un magnífico oteadero de un enorme y remoto territorio, donde el control es bastante escaso por su lejanía a puntos de aproximación. Desde sus inmediaciones se dominan cuatro valles, como son los de Lanjarón, Poqueira, Dílar y Dúrcal. Otros espacios podrían ser compartidos por Guardia Civil o científicos, o quedar directamente cerrados.

4.- El Refugio Elorrieta es una construcción sumamente singular. Aunque este punto y el siguiente tienen menos peso, merecen también ser tenidos en cuenta. Elorrieta no es un refugio al uso como los demás. No es el típico elemento semicilíndrico estándar de la mayoría de los otros refugios vivac de Sierra Nevada. Se trata de un refugio mixto, en parte aéreo y en parte excavado en túneles bajo roca, con un diseño y distribución absolutamente originales y eficientes para su elevada cota. Su singularidad arquitectónica ha sido varias veces reconocida. Su interior fue concebido con todas las comodidades de la época. Cocina, comedor, cuartos de baño, calefacción, aljibe de nieve, acometida de agua, grupo electrógeno, iluminación, chimeneas, ventanales con vidrieras, suelo de losa hidráulica, etc. Sorprendente tal dispendio de comodidades para un refugio construido, hace ahora 85 años, a 3.187 metros de altitud a base de reatas de mulas.

Al respecto, no me olvido del titánico esfuerzo que hubo de realizarse para su construcción, igual que el necesario para levantar la kilométrica red de arriería para transporte de materiales. Tanto desde Cáñar, como desde Lanjarón, eran necesarios portes de casi 20 kilómetros, con desniveles positivos de más de 2.000 metros. Creo que humillaríamos el recuerdo de aquellos abnegados hombres si hoy derribáramos o dejáramos perder ese refugio que con tanto trabajo y esfuerzo costó levantar en una época escasa en medios, pero sobrada de coraje.

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Refugio Elorrieta en construcción, a principios de los años 30 (foto de José Almagro San Martín. Archivo de Antonio Castillo Rodríguez)

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Guarda forestal de la 7ª División Hidrológica-Forestal en labores de avituallamiento del Refugio Elorrieta, en la cabecera del valle del río Lanjarón. En primer término, Tajos Altos (3.113 m) y al fondo el pico del Caballo (3.011 m) (foto de José Almagro San Martín; años 30. Archivo de Antonio Castillo Rodríguez)

5.- Entre conservar o derribar el Refugio Elorrieta hay una evidente pérdida patrimonial y económica. Los que hayan tenido la paciencia de llegar leyendo hasta aquí, supongo que ya tendrán, más o menos, una idea formada entre si conservarlo o derribarlo, pero hay una alternativa que, a mi juicio, no debería barajarse: seguir dejándolo como está, sometido a la vergüenza de su abandono, expolio, ultraje y ruina. Aunque creo que es innecesario volver a insistir, no debemos confundir su restauración y conservación con la disposición de toda su superficie para uso montañero. Ya lo he comentado, a mi juicio la mejor opción dadas las circunstancias consistiría como mínimo en «fosilizar» el conjunto (con la impermeabilización de cubiertas y cerramientos exteriores), destinando a refugio-vivac una habitación para unas 10 personas de capacidad. Se trataría a fin de cuentas de una actuación de urgencia similar a la que se realiza en multitud de elementos del abundante patrimonio histórico que salpica nuestras montañas (torres, torreones, atalayas, fortines, faros, trincheras, fortificaciones, etc) .

Imagino que a nadie se le escapa que la diferencia entre unas u otras opciones son sustanciales. Si se destruye hay que dedicarle la correspondiente partida presupuestaria, dinero que se aplicaría, sobra decirlo, en eliminar un patrimonio tangible (e intangible). Entraríamos de paso en el debate de si, aparte de razonable, ello es prioritario en un Parque Nacional donde los fondos son siempre insuficientes para atender a tantas necesidades urgentes como se demandan. Si por el contrario se restaura, o como mínimo se frena su deterioro, se conservaría un bien patrimonial, histórico, cultural y deportivo único, aparte de que ello podría hacerse con mínimo coste para la administración, si quisiera recurrirse al patrocinio de mecenas que apuestan por la conservación del patrimonio histórico y cultural español.

Mi sensación es que la inmensa mayoría de los montañeros y amantes de Sierra Nevada ya lo han indultado de la piqueta («sería una lástima que se perdiera», es lo que he oído decir a mucha gente). Ojalá en un futuro próximo podamos leer de nuevo la placa que presidía una de sus entradas en 1935, y que decía: «Para abrir alcen el picaporte. Siempre abierto, confiado a la hidalguía del caminante«.

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