«Hidroturismo»

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Grupo excursionista en el embalse del Portillo (Castril, Granada)

 

Cuando escribo este artículo ando ilusionado preparando las mochilas para perderme este Puente de Mayo en un magnífico destino de agua, siempre consustancial, no solo con lo ambiental, sino también con lo cultural, etnográfico, gastronómico, y muchas cosas más. En concreto, tengo reserva para un hotel, con nombre de manantial, en la Serranía de Ronda, desde el que voy a ver y oír un caudaloso río nacer de la tierra. Y ello me ha recordado que tenía una deuda pendiente con una pequeña reflexión acerca del término «hidroturismo», una buena etiqueta para los que buscamos el agua en nuestras escapadas, dentro del contexto inseparable del campo, sus gentes y sus pueblos.

Hasta hace no demasiado tiempo (hacia la década de los 60 del siglo pasado), el turismo absolutamente dominante (y casi exclusivo) en España era el de sol y playa, con destinos míticos como los de Benidorm, Marbella, Salou, las Baleares, Canarias, etc. Entonces, el resto de destinos eran muy minoritarios, como los de nieve e incluso los culturales, y solo algunos extranjeros y gentes raras se aventuraban a conocer las maravillas del campo y de los pueblos de interior, eso que después se ha dado en llamar turismo rural. Como en tantas otras facetas de la vida, en los últimos decenios el turismo ha experimentado una diversificación y especialización brutal, de forma que se han ido poniendo de moda destinos y objetivos de lo más variopinto, entre ellos los relacionados con el agua. El turismo natural y cultural es un valioso complemento, especialmente del mundo rural, que puede (y debe) ayudar al uso sostenible de la Naturaleza, así como a la concienciación medioambiental. Por todo esto, reivindicamos la filosofía y el concepto de «hidroturismo», entendido como una especialidad de turismo de viaje, descanso o deporte que busca el agua, y ello en sus facetas natural, histórico-cultural y recreativa-deportiva.

Desde hace unos años, el proyecto «Conoce tus Fuentes» (CTF) viene difundiendo ese concepto de «hidroturismo». Poco a poco van sumándose personas que utilizan esta palabra en la jerga digital, y en la comunicación hablada y escrita (también en países de Sudamérica y en otros), si bien el público es posible que aún no sepa exactamente a qué nos referimos con ella. El «palabro» no está reconocido por la Real Academia de la Lengua (RAE), ni tampoco a nivel científico o técnico, como si lo están otras acepciones de corte similar, como ecoturismo, cicloturismo (ambas recogidas por la RAE), agroturismo, geoturismo, astroturismo, arqueoturismo, etc. Hasta ahora, el término «hidroturismo», poco utilizado, se asociaba generalmente al turismo de balnearios y aguas minero-medicinales. Ha sido en los últimos años cuando se le han ido incorporando con fuerza otros sectores como el del turismo activo, con actividades muy demandadas en España como el barranquismo y el raffting. Pero también ha emergido con mucha fuerza el senderismo que va enhebrando manantiales y fuentes, el que busca la amable compañía de riberas y ríos (especialmente en hoces y cañones), el que circunvala lagos y embalses, o el que se interna en humedales y marismas. Son las conocidas ahora como rutas del agua. Sería interminable la lista de rutas de este tipo que presenta nuestro extenso y variado país. Doñana, las Tablas de Daimiel, la albufera de Valencia, el Caminito del Rey, las hoces del Río Duratón, las del Río Piedra, el desfiladero del Cares, el río Borosa, el río Noguera Pallaresa o el estany de Sant Maurici son sólo una minúscula muestra de lugares icono del agua que congregan todos los años a miles de visitantes.

Pero hay más puntos de vista e intereses alrededor del agua que los meramente naturales. Todo lo relacionado con el mundo agropecuario también vive buenos momentos, y dentro de ese agroturismo está el conocimiento y la visita a los elementos hidráulicos de regadío, a embalses, azudes, acequias, balsas, paratas, huertas y vegas. Hay otro turismo que busca los elementos más señeros del patrimonio hidráulico (acueductos, puentes, presas, molinos, norias, acequias, fuentes monumentales, lavaderos, abrevaderos, etc.). Y también tenemos el turismo urbano alrededor de elementos hídricos, con visitas a redes de distribución, aljibes, baños, pilares y fuentes. Y no me olvido del turismo etnográfico, interesantísimo, que persigue las historias en torno al agua en las ciudades y en el campo. Que se deleita especialmente en sucedidos y leyendas, en los oficios y modo de vida, en las fiestas, romerías y tradiciones que siempre han girado alrededor del agua. Y, en fin, hay por supuesto otras muchas actividades de «hidroturismo» que quedan en el tintero (como las tan apreciadas del baño o la pesca, y muchas más), en las que el agua es condimento necesario para sus fieles seguidores.

Está claro que ya no es sólo la vertiente puramente natural del agua la que atrae a la gente, cada vez más exigente a la hora de seleccionar lo que se le ofrece. Es también la parte saludable y de salud, la deportiva, la histórica, la cultural, la arqueológica, o la etnográfica. Y siempre estará la mezcla de todo ello, como debe ser, porque lo que hace apetecible a nuestros viajes es conocer y disfrutar un poco de todo, siempre en el contexto original. Un complejo puzzle natural, histórico-cultural y recreativo-deportivo que enriquece al agua y a sus paisajes.

Precisamente, desde hace unos meses venimos trabajando en la puesta en valor de los «Paisajes del agua» a nivel conceptual, pero también como atractivos turísticos, porque entendemos que ese término (el nombre de este blog) integra muy bien las percepciones del agua dentro del territorio que habitamos, sea éste urbano o rural. Paisajes culturales a fin de cuentas que intentamos ir dotando de contenidos, de ciencia, de historia, de cultura, de conocimiento en una palabra. Es muchísimo lo que queda por hacer en esa línea. Los proyectos de «Paisajes del Agua» y, sobre todo, de «Conoce tus Fuentes», con sus muy limitadas y humildes posibilidades, trabajan en aflorar conocimientos y ponerlos a disposición pública en sus respectivas Web, para dar cumplimiento a esa máxima tan querida por nosotros que dice: «Conocer para amar/amar para conservar»

Y eso es precisamente lo que me dispongo a hacer estos próximos días del Puente de Mayo, hacer de «hidroturista» y conocer un poco más un territorio empapado en aguas como es la Serranía de Ronda, por donde pasan ríos tan emblemáticos como el Guadalevín (el que ha labrado el profundo Tajo de Ronda) o el Guadiaro, o donde afloran de la tierra auténticos ríos como en la Cueva del Gato o en el Nacimiento de Benaoján (o de Cascajares), o donde podemos encontrar fuentes monumentales, como la de los Ocho Caños de Ronda, o donde hay cuevas con pinturas rupestres de animales (incluso ¡con un pez!), como la de la Pileta (Monumento Nacional desde 1924). Una oferta que superará en mucho al tiempo disponible.

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«El Pez», pintura prehistórica (de unos 20.000 años) de la cueva de la Pileta (Benaoján, Málaga)

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