Las aguas de Granada en el «Aula de Mayores» de la Universidad

4Comentarios

Asistentes al curso “El Agua en la Naturaleza”, del Aula de Mayores de la Universidad de Granada (2004/05), en el embalse del Portillo (Castril, 9 de diciembre de 2004)

 

Hace más de una década que entré en contacto con la gran familia del Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada, más conocida como Aula de Mayores, para dar un curso sobre aguas. Como todos los que hemos tenido la fortuna de pasar por ese Aula tan especial, quedé sorprendido y enriquecido por la experiencia. En las distintas sedes a las que acudí, Granada, Guadix, Baza y Órgiva, me encontré a «alumnos» de muy diferente extracción social y formación, pero cortados por un mismo patrón en educación (exquisita) e ilusión por seguir aprendiendo. Ni que decir tiene que, aparte de poder enseñarles algo, ha sido mucho lo recibido de ellos, de sus conocimientos profesionales, de sus experiencias, de sus opiniones maceradas por el tiempo…

Durante varios años di un curso que se llamaba El agua en la Naturaleza, cuyo objetivo era ofrecer una visión general acerca de los distintos tipos de aguas que nos rodean en nuestra vida. Para empatizar con los diferentes grupos, adaptaba las clases a las aguas de la comarca de cada sede en cuestión, ilustrando los lugares con fotografías.

Pronto caí en la cuenta, para sorpresa mía (el Aula era una caja continua de sorpresas), que muchos de esos santuarios del agua que mostraban las fotos eran desconocidos para la mayoría, aunque en bastantes ocasiones habían oído hablar de ellos. Por el contrario, estaban duchos en vivencias, en etnografía, en la cotidianeidad de haber tenido que trasegar con el agua, en especial en las comarcas de Guadix, Baza y Órgiva. Llegados a ese punto, me gustaba oírles referir historias, anécdotas, costumbres, curiosidades, que con el tiempo fui incorporando a mi saber. Cuando había que hacer algún trabajo fin de curso, les proponía que me contarán vivencias personales referidas a temas concretos tratados en el curso. Y ahí descubrí algunos testimonios magníficos, auténticos incunables que conservo como pequeñas joyas. Uno de esos trabajos, de una alumna de Baza, dio lugar a un capítulo del libro Manantiales de Andalucía, y tanto a la protagonista, como al texto en cuestión, he hecho alusión en algunas ocasiones (ver). Muy posiblemente, esas historias reales (aunque no lo parecieran) del Aula de Mayores fueran el germen de lo que con el tiempo llegaría a ser el libro La Sierra del Agua, 80 viejas historias de Cazorla y Segura, editado por la Universidad de Granada (2012), que se nutrió de testimonios de otras personas mayores de lugares localizados apenas una centena de kilómetros más al norte.

Para comprender ese relativo desconocimiento del entorno físico, habría que recordar que se trata de la generación que vino al mundo en las décadas de la guerra y posguerra civil (hasta los años 50), en las que se viajaba muy poco, había necesidades, los tiempos de disfrute y ocio eran escasos, y no existía apenas preocupación por el medio ambiente y la naturaleza. Después, en la madurez, se abrieron sus posibilidades y han visitado bastantes lugares nuevos, y en ello están, recuperando el tiempo perdido, aunque para muchos rincones de complicado acceso y montaña ya se les pasaron las oportunidades. Como colofón del curso, hacíamos excursiones a algunos santuarios del agua de Granada, y sé por las encuestas de satisfacción que esas jornadas al aire libre eran lo que más les llenaba. Todavía recuerdo (y a los interesados imagino que también) el transito titubeante por las pasarelas colgantes del río Castril, o la visita a las entrañas de hormigón de la presa del Negratín. Eran días en los que, cómo ellos mismos me decían, se les olvidaba tomar las pastillas.

DSCN7318

Alumnos del Aula de Mayores de la Universidad de Granada pasando por las pasarelas colgantes del desfiladero del río Castril

DSCN7297

Alumnos del Aula de Mayores de la Universidad de Granada en los túneles del interior de la presa del embalse del Negratín, recibiendo explicaciones de un ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir

– «Oiga don Antonio (ya dije que los modales son exquisitos), ¿dónde dice usted que están esas aguas picantes? Y esas lagunas, ¿es verdad que están en Sierra Nevada?, uy, ¡que pena!, a la Sierra solo fui una vez que me llevaron los hijos a la estación de esquí».

Esas han sido, en general, el tono de las respuestas que recibían las imágenes que iban desfilando por la pantalla, a poco que el sitio estuviera un poco despistado de carreteras y lugares de paso. Por eso, los alumnos del curso 2004/05 me pidieron que les escribiera un artículo en la revista Senado, poniendo en claro cuáles eran las aguas más hermosas de Granada que había que intentar visitar.

A todos ellos, a los alumnos de ahora, y a los de antes, dedico de nuevo aquellas líneas, que titulé Aguas de Granada, esas joyas de la Naturaleza. Sirva este recordatorio de homenaje a aquella generación (y a las anteriores a ella), que se criaron en valores, sacrificios y generosidades. Bueno, ahí va el artículo original, ligeramente adaptado para la ocasión.

«Granada, siempre se ha dicho, es una provincia de sorprendentes y ricos contrastes, y ello en todos los sentidos. Seguro que ahora nos acordamos de algunos, pero quizás es poco comentada la variedad y abundancia de sus aguas. Se trata de la provincia más montañosa de Andalucía, lo que ha propiciado la existencia de lagunas, humedales, ríos y manantiales de caudal permanente, una verdadera joya en los tiempos en corren, en donde las aguas escasean, sometidas a una intensa explotación, y eso cuando no están además contaminadas.

Como el que no conoce, no aprecia, y por tanto no disfruta lo que tiene, que al fin y al cabo es de lo que se trata, os ánimo a todos a que en vuestras lecturas, y, mejor aún, en vuestros paseos, os acerquéis al agua. No tengo apenas espacio para esbozar la riqueza hídrica de Granada, pero ahí va un intento, que ha de tenerse como absolutamente incompleto. Empiezo por las aguas más altas, las de las lagunas de Sierra Nevada, verdaderas reliquias de un pasado glaciar reciente, origen de casi todos los ríos de Sierra Nevada. Son una verdadera maravilla, y es para visitarlas a final de primavera-principios de verano, y dejarse sorprender por el fuerte contraste de sus aguas azules junto al manto verde de sus praderas (“borreguiles”), todo ello amplificado por el contorno ocre y pardo de la inmensa “tundra” que es la mole de Sierra Nevada cuando no tiene nieve.

¡Y qué decir de los ríos granadinos!, esos que bajan de la nieve al trigo, en palabras del poeta. Los tenemos de todos los tipos, furiosos en primavera, como los de Sierra Nevada, pero también tranquilos, como los que brotan de las entrañas de Sierra Gorda de Loja. Unos pocos son grandes (al menos para nuestra percepción de andaluces), como el Genil, el Cacín, el Castril, Ríofrío, el Guadalfeo, el Trevélez o el Guadina Menor, si bien la mayoría son medianos o pequeños, casi arroyos, pero no por eso menos bellos. Ríos del Marquesado del Zenete, de la sierra de Baza o de las sierras de Tejeda, Almijara y Alhama son un verdadero encanto en otoño, cuando sus arboledas de ribera se tiñen de rojos, naranjas y amarillos. Y también están esas aguas remansadas, auténticos mares interiores, como son los embalses, y entre ellos el de los Bermejales (recorrido por un sendero circular) o el del Negratín, cuyos atardeceres tiñen de rojo sus aguas.

IMG_1816a

El embalse de los Bermejales se puede recorrer por un sendero circular. En sus inmediaciones hay otros santuarios del agua, como el balneario de Alhama de Granada, los ríos de la sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, o el desfiladero del río Cacín

 

¿Y los manantiales?, mi debilidad, los lugares por los que nacen las aguas de la madre tierra? Granada alumbra una variedad enorme. Los más conocidos quizás sean los minero-medicinales y termales debido a sus propiedades curativas. En Granada hay un sinfín, unos renombrados y afamados (Lanjarón, Alhama, Graena, Alicún,…), y otros más humildes, pero no por ello menos efectivos. Muy apreciadas también son las fuentes de bebida con una enorme variedad de sabores al paladar, aunque los manuales dicen que el agua es insípida. Ahí están las “dulces” del Pilar del Mono (Dúrcal), pilar de Cristino (Colomera), Fuente Martín (Nechite) o Morquí (Alfacar); las «saladas» de la Capuchina (Lanjarón)…; las ferruginosas de Fuente Agria (Pórtugos)…; las “picantes” de la Gaseosa (Ferreirola)…; las “sulfurosas” de Fuente Crebite (Baza), y tantas otras. Pero las aguas de nuestras fuentes no están solo para baños o para beberlas. El espíritu (el alma diría yo) se alimenta más que nada con su deleite y contemplación, y para ello hay lugares mágicos. Ahí están los grandes nacimientos de los ríos Castril, Guardal, Riofrío, Deifontes, o los pequeños de la sierra de Almijara y Tejeda, y de tantas sierras como tiene la provincia, muchos escondidos, humildes y casi anónimos.

Y puestos a hacer senderismo de agua, como una parte del hidroturismo que fomentamos desde el proyecto «Conoce tus Fuentes», ahí están los senderos kilométricos que acompañan a las acequias de la Alpujarra, o a las riberas de los ríos (Genil, Darro, Trevélez, Castril, Cacín, Velillos…), en algunos casos encerrados en estrechos y profundos desfiladeros. O el dulce paseo por el humedal del Padul o por la Charca de Suárez. O los recorridos culturales por las aguas de la Alhambra, los aljibes y las fuentes de Granada. O….

Con 12.000 km2 de extensión de sierras, valles y llanuras, la provincia de Granada atesora otros muchísimos santuarios para el agua. Queda ahora que poco a poco cada uno los vaya descubriendo y queriendo (tarea que se puede llevar toda una vida), como medio de preservarlos para las generaciones futuras».

Mañana es 29 de marzo. Por la tarde inicio un nuevo curso del Aula, que en esta ocasión se llama El agua y sus paisajes. No tengo mucho de nuevo que preparar para enseñarles, si acaso desempolvar la libreta de notas que tengo rotulada como «Mayores de Universidad» para no perder detalle de la sabiduría de estos alumnos del Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada.

¡Deseando estoy de ver el patio!

4 Comments

Publicar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*