El Desfiladero de los Gaitanes (Álora, Ardales y Antequera, provincia de Málaga), y más concretamente el Caminito del Rey, un sendero que lo recorre longitudinalmente (de unos 3 km), está hoy nuevamente de moda. Ello se debe a su reciente rehabilitación por parte de la Diputación de Málaga para su puesta en valor como recurso turístico. Tras su inauguración el 26 de marzo de 2015, difundida por una buena campaña publicitaria, son varios miles las personas que acuden semanalmente (con las reservas Web agotadas hasta octubre) a la poderosa llamada de este remozado sendero. Una iniciativa, a mi juicio, interesantísima y loable, en la que están puestos muchos ojos. Lo más importante ahora es ver cómo se gestiona con seguridad ese intenso flujo humano, cuales son las disfunciones y como se van a ir resolviendo.
El desfiladero es un lugar absolutamente espectacular para los amantes de los paisajes del agua, la geología, los cataclismos, las paredes verticales y la adrenalina. Pero también para los que gustan de conocer la historia, porque ese accidente geográfico está lleno de ella. De historias industriales y de ingeniería sobre todo, del ferrocarril, de canales de agua casi imposibles, de sendas colgadas a las paredes, de saltos hidroeléctricos, de embalses de regulación. En definitiva, de multitud de iniciativas y avatares empresariales, y todo ello desde mediados del XIX hasta nuestros días. Pero también de historias humanas, de aristócratas, políticos, mandatarios, aventureros, viajeros románticos o gentes de la comarca. No cabe duda, ese enclave natural, salvaje y vertical, no hubiera tenido proyección mediática alguna sin las intervenciones que posibilitaron los accesos y generaron las correspondientes historias, que a la postre son la sal de los paisajes y de su percepción por los visitantes.
El Desfiladero de los Gaitanes (o la Garganta del Chorro, en la realidad dos cañones concatenados) fue declarado Paraje Natural por la Junta de Andalucía en 1989 (más de 2.000 hectáreas de extensión). Se formó a raíz del profundo encajamiento del río Guadalhorce en la caliza sierra del Almorchón. En concreto, a la entrada del desfiladero (en el sentido de la corriente, en la parte norte o de Ardales; la sur es la de Álora) se halla un estrechísimo y profundo cañón (de unos 400 m de longitud) conocido como el Gaitanejo. Hoy, asomado a las barandas, veo multitud de palomas bravías y unas extraordinarias marmitas de gigante colgadas a diferentes alturas. Es inevitable, entonces, imaginar el paso de una gran riada por tan estrecha hendidura, con brutales velocidades, turbulencias y estruendos. Tuvieron sin duda que sobrecoger el alma de quienes se aventuraron por el primitivo camino de tablas o por el deteriorado y peligroso de los últimos decenios.
A continuación se abre un luminoso valle forestal, el Hoyo (de casi 2 km de recorrido), al que sigue un segundo desfiladero (de poco menos de 1 km de longitud), el Gaitán (o también Gran Gaitán), muy diferente al anterior, más gigantesco y abierto, y con una llamativa estratificación vertical, del que se sale por un puente colgante de reciente factura (antes por el puente-acueducto anexo).
Algunas cuevas y abrigos de esas gargantas fueron ocupadas, como mínimo, desde época Neolítica, cuando el río era navegable hasta estas cerradas infranqueables. Pero no sería hasta el paso por tan estratégico lugar de la línea de ferrocarril entre Córdoba y Málaga, en 1865, cuando se «descubre» el desfiladero para la sociedad del momento, y se empieza a poner en valor, en gran parte por su buena comunicación a través de los apeaderos del Chorro y de Gobantes (que quedaría inutilizado por el pantano del Guadalhorce). La obra del ferrocarril, acorde con la verticalidad del roquedo, es espectacular, labrada en túneles y viaductos que se asoman al abismo. Al ferrocarril suceden las actuaciones que podríamos denominar hidráulicas. A finales del siglo XIX interviene un personaje, que a la postre resultaría clave en la historia de los Gaitanes, el ingeniero de caminos Rafael Benjumea, que ve en el desfiladero y en el río Guadalhorce un enorme potencial hidroeléctrico. Para ello, inicia la excavación en roca de un canal por la margen contraria a la del ferrocarril (con un atrevido puente-acueducto que salva el tajo del Gran Gaitán). La intención es generar electricidad a través de un salto de más de 100 metros de altura ganado en apenas 3 km de recorrido. En 1906 se culmina la faraónica obra, con la primera fábrica de luz del Chorro. Y también se concluye un primer sendero de vértigo, adosado en muchos tramos a la pared, para el mantenimiento del canal, llamado entonces los Balconcillos (después Caminito del Rey). Para ello se requiere de marineros de barcos de vela venidos de Cádiz, acostumbrados a trabajar en las alturas sin vértigo alguno. Con el tiempo se construyen varios embalses para gestionar los periodos de sequía, y otras centrales hidroeléctricas. El propósito no era más que dotar de energía eléctrica, que empezaba a desarrollarse, a la ciudad de Málaga. Para entonces, primer tercio del siglo XX, el Chorro se convierte en uno de los centros de producción de energía eléctrica más importantes de Andalucía.
Pero la historia del lugar sufre un fuerte revulsivo con la visita el 21 de mayo de 1921 del rey Alfonso XIII, que pone la última piedra del embalse del Chorro (aguas arriba del desfiladero) y recorre parte del camino de servicio del canal en la zona del Gaitanejo. Asombrado por la profunda y estrecha garganta, por tan arriesgado camino y por la excelente labor hidráulica llevada a cabo, nombra al ingeniero Benjumea, Conde del Guadalhorce. Desde entonces, el sendero empieza poco a poco a tomar el nombre de Caminito del Rey.
La visita real dispara el interés de la alta sociedad por conocer tan insigne y próspero lugar. Se organizan visitas y excursiones turísticas de la burguesía y aristocracia, pero también de bohemios, aventureros y viajeros románticos, gentes que vienen de la corte de Madrid, pero también de Málaga y de la Costa del Sol, especialmente estos últimos extranjeros. Y ese primitivo uso del sendero para servicio del canal, pasa a ser también turístico y vía de comunicación habitual de las gentes que vivían en ambos extremos del desfiladero. En concreto, los habitantes del extremo norte, los de la zona del Gaitanejo, se desplazaban, de día y de noche, para ir al poblado del Chorro, donde se hallaba la única escuela (era trasiego cotidiano de niños con sus útiles del colegio), cantina y el colmado. Quizás llame la atención saber que el camino se hacía también en bicicleta e incluso en caballerías, y que estaba dotado de iluminación para los trayectos nocturnos. Y durante decenios fue asimismo destino sagrado para los amantes de la aventura, de montañeros y escaladores que, con la llegada de su deterioro, lo llegaron a bautizar como uno de los senderos más peligrosos del mundo, y esa fue su más efectiva publicidad. Esta historia, contada de este modo tan vertiginoso, se trunca en 2002, cuando se vuelan los accesos de entrada por ambos extremos, dada la ruina del sendero y los accidentes mortales acaecidos en años anteriores. Por fin, en 2008 la Diputación de Málaga inicia un proyecto para recuperarlo, que culmina, como ya se ha comentado, en 2015 con su rehabilitación, en la que se han tenido que utilizar helicópteros y escaladores profesionales. Comienza a partir de entonces una nueva etapa de uso público, que apenas lleva hoy tres meses de vida.
Desde que se abrió de nuevo al público el 28 de marzo, he tenido la oportunidad de visitar el Caminito en dos ocasiones, ambas con la mirada puesta en el paisaje, claro está, pero también en ver cómo se gestiona con calidad y seguridad el uso turístico del sendero. Imagino que los responsables estarán recogiendo información del día a día de trabajadores y usuarios, y puliendo y planificando medidas para mejorarlo poco a poco. No es momento de citar algunas deficiencias observadas (seguro que detectadas por los responsables del sendero), pero a mi modo de ver si hay alguna cuestión que necesita de actuaciones urgentes, son las derivadas de la seguridad de las personas. Aunque se advierte que el sendero tiene ciertas dificultades, la realidad es que es practicado por personas de toda condición, con muchas familias al completo. Imagino que ya se habrán dado problemas físicos de cierta entidad, como desfallecimientos, y, sobre todo, cuadros más o menos graves de golpes de calor.
Precisamente, en esta semana hemos entrado oficialmente en el verano, una estación vacacional de alta afluencia, que es especialmente compleja de gestionar turísticamente por sus elevadas temperaturas. Ello requiere, a mi juicio, de medidas extraordinarias (¿limitación de horarios, ¿clausura por elevadas temperaturas?). Una de esas medidas, creo que casi imprescindible, es dotar de agua a un punto intermedio del sendero, procurando más bancos y superficie de sombras, y no sé si incluso una caseta de asistencia sanitaria temporal. La solución es factible, porque en el tramo del valle del Hoyo hay un nacimiento, realmente unas filtraciones al antiguo canal, que puede acondicionarse como fuente de refresco e incluso de bebida (todo ello si las filtraciones aguantan en verano y si los análisis lo permiten, haciendo la salvedad siempre de que se trata de aguas no tratadas sanitariamente). En la Web «Conoce tus Fuentes«, que acaba de inventariar ese punto de agua y el Desfiladero de los Gaitanes en la categoría de «otros puntos de interés», sugerimos que se estudie la calidad de las aguas, su captación segura y la habilitación de un fuente. Sabemos por otros senderos de uso turístico de los serios problemas sanitarios que acarrea la falta de hidratación y de sombras en días de extremo calor. Elevadas afluencias de personas de diferente condición, esfuerzo físico y altas temperaturas son tres condimentos de un cóctel propicio para la generación de golpes de calor, especialmente en personas de edad, obesas o medicalizadas, lo que se complica en este caso por la difícil evacuación de los hipotéticos afectados.
Hay otro riesgo latente, y difícilmente prevenible, como son los desprendimientos de rocas, especialmente en la zona del Desfiladero del Gaitán, donde los estratos están bastante verticalizados. De cara al invierno más crudo, podrían instalarse sensores en continuo de precipitación y temperatura, que alertaran de esporádicos episodios de gelifracción (rotura de rocas por efectos de dilatación del hielo), imagino que muy poco frecuentes en la zona, pero de notable incremento del riesgo de caída de piedras.
Un uso organizado e intensivo, como el que se está produciendo, de las visitas de este desfiladero supongo que dispondrá de un plan de emergencias sanitarias (ambulancia, técnicos, etc.), y también contra-incendios, que habrá previsto y trabajará en prevenir, dentro de lo razonable, estas y otras contingencias.
En conclusión, y en cualquier caso, el Caminito del Rey ha sido una apuesta valiente y acertada en favor del turismo de interior y del desarrollo rural, en la que seguramente se van a mirar otras iniciativas similares en España. Combina muy bien además con una red ya consolidada de destinos próximos, como pueden ser el Tajo de Ronda, el Torcal de Antequera, las lagunas de Fuente Piedra, o la Cueva de Nerja. Lo importante y urgente ahora, no es dar un servicio turístico de mayor calidad (que lo es, con guías multilingües, códigos QR, mejor gestión Web, etc.), sino garantizar al máximo posible el bienestar y la seguridad de sus visitantes. Me consta que se está en ello, y ese es el reto principal. Si se consigue razonablemente, la experiencia habrá sido un éxito y será sostenible. ¡Mucha suerte!
Más información:
Web oficial Caminito del Rey (2015). Para información básica, de accesos, logística y reservas.
Libro: El Caminito del Rey. Un recorrido con historia (2015). Libro editado con motivo de las obras de rehabilitación del sendero. Hace un recorrido por la historia, con preciosas fotos de época rescatadas de varios archivos, entre ellos la Biblioteca del Palacio Real, la Confederación Hidrográfica del Sur de España y las colecciones de postales.
Libro: El Desfiladero de los Gaitanes (2013). Ediciones Genal
Libro: Un paseo con imágenes por la historia del Desfiladero de los Gaitanes (2015). Ediciones Genal
Responder a Antonio Vela Cancelar la respuesta