Cambridge, de paseo por el río Cam

Como he comentado en otras ocasiones, tener hijos que buscan lejos un futuro que nuestro país está hurtando a buena parte de sus jóvenes, me da la oportunidad de vez en cuando de ir a verlos. Mi última escala ha sido la histórica y monumental ciudad de Cambridge, de la que acabo de regresar (30 de mayo de 2016) con la tarjeta de fotos y una libreta de apuntes llenas. Allí he tenido la oportunidad, una vez más, de ver diferentes paisajes del agua.

Cambridge es una ciudad mediana que ha florecido al amparo de su prestigiosa universidad (1209), a la que ha sabido sacar partido, tras siglos de éxitos. No en vano, encabeza el ranking mundial de premios Nóbel (90 hasta el 2012). La universidad impregna el alma y el espacio de la ciudad vieja, huyendo de impersonales y mastodónticos campus). Por doquier se ven escudos, placas y carteles alusivos a diferentes centros universitarios y a una treintena de selectos colleges, por los que se reparten, con toda la intención, alumnos, profesores y departamentos.

He disfrutado de unos días primaverales de sol, lo que allí al parecer no es frecuente, con calles repletas de turistas y estudiantes. Muchas cosas me han llamado la atención, entre ellas la elevada proporción de orientales y el uso masivo de la bicicleta como medio de trasporte habitual. Y también, la discreta abundancia de cámaras de vigilancia, con una mínima presencia policial, lo que, paradójicamente, ofrece al visitante una plácida sensación de seguridad. Allí, he vuelto a calibrar el carácter e idiosincrasia del inglés, del que envidio el amor y respeto por tradiciones e historia. Pero me estoy yendo por las ramas, y no era nada de esto de lo que quería hablarles en esta entrada de «Paisajes del agua». Ya saben que cuando viajo a una ciudad, aparte de intentar conocer y captar lo más representativo, mi debilidad es escaparme, siempre que puedo, a sus parques, jardines y a sus ríos, si los tienen, claro.

Cambridge surgió como tantas otras ciudades del mundo en una colina a orillas de un río, llamado Cam, que en su tiempo tenía cierto calado y era navegable desde el mar. El drenaje de extensas tierras llanas de cultivo lo colmató, de forma que hoy necesita de esclusas y de barcas de fondo plano para navegar por él. La planta en mapa del viejo Cambridge me recuerda a la de otras muchas ciudades, un río en herradura, que deja en el interior y en alto a una primitiva población originalmente amurallada. Un enclave idóneo para el comercio, la defensa y la vida. Pues bien, este río, sus parques y sus bosques los llevaba estudiados desde Granada en google earth y en diferentes portales, una etapa esta de la planificación que disfruto tanto casi como el propio viaje en sí. Sobre el terreno, recorrí a pie la ribera del río en la traza urbana y a extramuros de la ciudad. Como es habitual en las poblaciones que mantienen una relación amable y estrecha con sus ríos umbilicales, sus orillas son practicables por caminos y senderos, muy usados y cuidados.

Por mostrar posibles comparaciones con ríos urbanos españoles, y por si alguien tiene oportunidad o desea conocer en alguna ocasión esta bella ciudad inglesa, les cuento lo que me encontré en mis deliciosos paseos por el río Cam. Allí pude recorrer un mismo río con tres ambientes diferenciados. Lógicamente, el tramo más concurrido es el urbano, entendiendo por tal el que puede recorrerse libremente entre el punte de Magdelene (aguas arriba) y el puente metálico del ferrocarril, ya casi a las afueras de la ciudad. Se trata de un trayecto de unos 3,5 km, que puede ser recorrido por la margen derecha, donde se hallan varios parques consecutivos, entre ellos el más afamado de Jesús Green. Estos pulmones intensamente verdes se caracterizan por poseer grandes praderas, salpicadas de setos arbóreos. En este sector, el río va constreñido por un suave encauzamiento, mientras que a ambas márgenes se disponen atracadas, casi sin solución de continuidad, hileras de estrechas barcazas-vivienda, como las que encontramos en tantos ríos del mundo. Pararse a observar estas casas flotantes, sus moradores y sus pertenencias es un ejercicio interesante para personas curiosas, que daría para otro artículo, que dejo para mejor ocasión. Como iba diciendo, en la orilla opuesta, la izquierda, se localizan bastantes clubes de remo y piragüismo (muchos pertenecientes a colleges) ubicados en nobles casonas, todas coronadas a gala con la heráldica correspondiente. Esas actividades deportivas están muy arraigadas, recordemos que las universidades de Oxford y Cambridge se disputan anualmente hegemonía y prestigio en la regata que tiene lugar en el río Támesis (¡¡desde 1829!!).

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IMG_2632En el río Cam hay atracadas muchas barcazas-vivienda, que conviven con clubes de remo

 

Otro tramo fluvial del máximo interés es el situado aguas arriba del citado puente de Magdelene hasta el de Queens. En ese sector la ribera pertenece a los colleges, con propiedades a ambas orillas. Allí tienen su ubicación los excelsos colleges de Kings y Trinity. El acceso es libre para estudiantes y profesores, y restringido, según épocas y condiciones, para el resto de mortales, si bien puede ser recorrido por barcazas propulsadas por pértigas (también por piraguas). En eso, los habitantes de Cambridge han sabido, nuevamente, rentabilizar su patrimonio, de forma que existe una próspera atracción turística, con varios muelles donde se apilan decenas de barcazas y barqueros a la espera de visitantes y turistas. Se dan estampas allí que nos trasladan, en cierta manera, a la lejana, vetusta e irrepetible Venecia. Utilizando el arcaico sistema de pértiga tuve oportunidad de pasar bajo los arcos del puente Matemático y del de los Suspiros (sólo hay otros dos más en el mundo, el más conocido de Venecia y otro en la vecina Oxford). Así pues, recomiendo alquilar una de esas barcazas y hacer el trayecto haciendo punting (utilizando una vara o pértiga tipo gondoliere), lo que requiere de cierta habilidad y técnica, si es que uno se ha aventurado a ir sin barquero. Ese paseo, de un kilómetro, permite apreciar la magnificencia de esos colleges, tipo Harry Potter (aunque los suyos fueran de Oxford), con sus fachadas más monumentales y nobles dando al río, y a sus grandes praderas y arboledas, donde deambulan a su aire vacas, gansos, faisanes y patos salvajes.

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Río Cam a su paso por los parques de los colleges de Kings y Trinity

 

Por último, queda un tercer tramo fluvial relativamente naturalizado y salvaje extramuros de la ciudad, aguas arriba y abajo de los anteriormente señalados. Ambos son similares y dignos de un paseo más solitario, íntimo y sosegado, pero me interesa detenerme en el tramo superior. Por él discurre un sendero, pegado a la margen izquierda, que es una auténtica gozada. Casi cuatro kilómetros de andada hasta el Tea Garden de Granchester. Un estrecho sendero de tierra junto al agua, acompañado por praderas, donde pastan vacas, que se alternan con setos arbóreos y un estrecho bosque de ribera. Las praderas se disponen en cuarteles cerrados con empalizadas de madera, pero lo más llamativo para un mediterráneo son unas arboledas, que quitan el sentido. Inmensos castaños (vestidos de flores blancas en esta primavera), mimbreras (monumentales), robles, abedules, nogales, fresnos, álamos… y muchísimos espinos arborescentes, que cuando los vi estaban cuajados de flores blancas y rosas. Y, debajo, un espeso sotobosque, casi impenetrable, de zarzamoras, ortigas y helechos.

Es domingo, y por el sendero pasean apaciblemente numerosas personas, mientras que otras lo hacen en barcazas o piraguas por el interior del río. Un sendero algo más alejado del cauce sirve para el paso de bicicletas, el medio habitual de transporte como dije al principio. Y de vez en cuando, grupos de amigos o familias enteras haciendo picnic a la orilla del amable río, que supongo han salido además a tomar el preciado sol.

Por fin, el sendero, que continúa río arriba, llega al lugar que me habían recomendado, el Tea Garden de Granchester. El concepto me parece fantástico. Unas casitas de madera que albergan a un restaurante, con varios grupos de mesas de madera al aire libre, rodeadas de coloniales hamacas, repartidas por un huerto de frutales, donde la gente lee o dormita mientras toma cualquier tentempié. Aunque lo ortodoxo, naturalmente, es el té. Lo dicho, un auténtico placer visitar tanto la vieja ciudad de Cambridge como su río Cam.

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IMG_2867Sendero junto al río Cam y Tea Garden de Granchester

 

P.D. Entre mi viaje y la publicación de esta pequeña reseña, el Reino Unido decidió (el pasado 23 de junio) por referéndum abandonar la Unión Europea. Sin lugar a dudas, se trata de una decisión que va en dirección opuesta al espíritu abierto y cosmopolita que impregna a esta vieja ciudad universitaria de Cambridge. El tiempo dirá…


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