Los Chorros del Río Mundo, uno de los manantiales más espectaculares de España, origen del río del mismo nombre (recorte de foto de Miguel Ángel Requena). El deseo de Paisajes del Agua es que el 2022 nos traiga reventones como el de la foto, señal de abundantes aguas
Viene a salir este nuevo artículo de Paisajes del Agua en enero de 2022, cuando se resiste a llegar la “nueva normalidad” frente al Covid, mientras que en Andalucía arrastramos varios años pobres en aguas y un otoño e invierno muy secos. Hay preocupación e inquietud ante este año que acabamos de iniciar, a la que se ha sumado la aterradora tensión bélica entre Rusia y Ucrania.
La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir declaró a finales del año pasado el estado de alerta por sequía, y el resto de administraciones miran al cielo con honda preocupación, deseando no tener que verse obligadas a tomar severas restricciones de cara a este verano. Afortunadamente, los aficionados a las cabañuelas, con el beneplácito de los medios de comunicación, nos tienen profusamente anunciadas filomenas y grandes nevadas. Sobra decir que son pronósticos sin base científica alguna, pero ojala acierten en sus predicciones. Necesitamos el agua, y si es en forma de nieve mucho mejor.
Los ríos andaluces estuvieron en octubre pasado en los huesos, con un Guadalquivir a su paso por Córdoba que se podía atravesar a pie tranquilamente. Lo mismo puede decirse de los embalses, que dejaban ver por primera vez desde que se construyeron ruinas inundadas, convertidas ahora en macabros destinos turísticos y de medios de comunicación. Y con manantiales…
¡Ay los manantiales! «Conoce tus Fuentes», el proyecto de colaboración ciudadana que cataloga desde el 2007 los manantiales y fuentes de Andalucía viene alertando desde hace años de la paulatina merma y desaparición de los mismos. Para ello, disponemos de miles de ojos repartidos por sus 800 municipios, pendientes de las 13.000 fuentes catalogadas hasta el momento. Manantiales y fuentes que también se alimentan de las aguas del cielo, que no se nos olvide, pero que resisten a las sequías infinitamente mejor que ríos y arroyos, cuya memoria, o más bien desmemoria, de las aportaciones del cielo es de semanas como mucho. ¿Qué sería de los cauces andaluces si no dispusieran durante los estiajes y las sequías del vivificador aporte de los manantiales? Es fácil responder. Todos estarían secos. Y siguiendo con el hilo del ciclo del agua, ¿Qué sería de los embalses andaluces si los ríos llegaran a secarse?
Gracias a Dios, aún seguimos conservando fuentes y manantiales. Ver salir el agua a borbotones entre rajas o guijarros, por chorros o por caños, no es un despilfarro, como algunos quieren hacer ver. Ni es tampoco, necesariamente, un síntoma de insuficiente explotación de los acuíferos. Se trata de aguas absolutamente imprescindibles para los ríos y la vida, que además son utilizadas casi siempre aguas abajo en sondeos, acequias o almacenadas en embalses. Por eso, es tan importante hacer un uso conjunto y sostenible de cualquier tipo de aguas. Se trata de una reclamación largamente demandada por gestores y técnicos del agua.
Nos enfrentamos a un escenario de calentamiento global (ya llegará otra «Edad del Hielo») en mal momento para Andalucía. Con mayores pérdidas por evapotranspiración y menores nevadas, llevamos años incrementando los consumos por encima de los recursos hídricos disponibles. Hablo a nivel general, que Andalucía es grande y variada, y mantiene honrosas excepciones. No obstante, me resisto a darle excesivo pábulo al cambio climático, muchos ya me conocen, porque se está abusando del término y utilizado torticeramente como chivo expiatorio por algunos poderes públicos, grandes consumidores y organizaciones agrarias para tapar la realidad y las culpas, achacables fundamentalmente a una sobreexplotación o gestión insostenible del agua.
Las sequias no son un fenómeno nuevo, ni tampoco extraordinario. Forman parte del clima mediterráneo, lo mismo que las inundaciones. En el pasado, los periodos secos fueron incluso más intensos y los antiguos idearon estrategias para combatirlos. Lo que desde luego si eran radicalmente diferentes eran los consumos, y ahí estriba la gran diferencia entre épocas.
Para estos periodos secos de ahora son un auténtico tesoro las estratégicas reservas de aguas subterráneas. Eso sí, siempre que estén en buenas condiciones, que no hayamos abusado de ellas en épocas de bonanza climática para solventar déficits “coyunturales o temporales” o, lo que es peor, para seguir aumentando superficies regables y consumos.
Para la buena gestión contamos con excelentes profesionales, pero el tiempo ha demostrado que su concurso, aún siendo imprescindible, es absolutamente insuficiente. El aprovechamiento de las aguas subterráneas se ha terminado convirtiéndose en una enorme madeja que costará mucho desmadejar. Una madeja de intereses, tensiones, corruptelas, insumisiones e ilegalidades fuera de control en muchos lugares, que ha dado lugar a situaciones de hechos consumados sumamente extendidas. Ya se habla de la futura burbuja del agua. Siempre cabe que el “azar” cambie el rumbo del déficit hídrico andaluz, y se me ocurren varias posibilidades, no todas bondadosas con el bienestar de los ciudadanos.
Siendo realistas, seguramente llegará el momento de recurrir a un consenso político de choque, con la aportación de cuantiosos recursos económicos y humanos para retornar al sendero de la gestión sostenible, que por definición tiene que ser ambiental y económica. Por ahora, la que está pagando los platos rotos es la ambiental. La otra, la económica, aguanta en muchos lugares (en otros no) e incluso va viento en popa con el uso de reservas subterráneas.
En fin, visto lo visto, para combatir el calentamiento y la falta de agua se nos viene concienciando para ser más resilientes. Nunca viene mal ese ejercicio de estoicismo, y además no nos queda otra. Pero sería bueno que al mismo tiempo nos fuéramos aplicando en equilibrar la balanza hídrica y en empezar a gestionar las aguas de otra forma.
Mientras tanto, ojalá el 2022 venga con menos Covid, aguas abundantes y paz. Ojalá los manantiales vuelvan a romper con fuerza, como esos Chorros del Río Mundo de la fotografía con la que se iniciaba este artículo.
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