Las fotos de época provocan generalmente sentimientos nostálgicos, de evocación de paisajes y paisanajes que pasaron para siempre. En escenarios naturales, el paso de los años pudo dejar sólo una pátina añeja, con perspectivas y encuadres que llegan a reconocerse con mayor o menor dificultad, eso sí, en tonos sepia o grises. Pero en la mayoría de las ocasiones, con paisajes antropizados o con personajes, las escenas captadas por el fotógrafo son auténticas piezas de museo, retazos de un tiempo y un espacio que jamás volverán. De ahí el valor de este tipo de fotografías, sobre todo desde los puntos de vista cultural y etnográfico, pero también natural. Ese es el caso precisamente de la fotografía que encabeza este post sobre el río Guadiana Menor (el Río Grande, uno más) y la diligencia correo que hacía el servicio entre Baza y Pozo Alcón, en las provincias de Granada y Jaén, respectivamente.
La escena que refleja esa vieja instantánea, tomada entre los años 1898-1908 (procedente de la Biblioteca de Andalucía), tiene un gran peso etnográfico y natural, donde todos sus elementos han desaparecido ya. Aparte, como es lógico, de las personas, se perdieron la barcaza, la diligencia que transportaba y el cable de acero tendido entre las orillas para la travesía del río. Seguramente llamará la atención a más de uno esa diligencia, que no era más que el medio habitual y rutinario de comunicación (correo) entre los pueblos en aquella época de principios del siglo XX, aparentemente no tan alejada en el tiempo, pero sí en tecnología comunicativa, hoy dominada por la inmediatez de los emails, los wasap o este mismo blog.
Pero volviendo a la fotografía, lo más excepcional es que también se perdió el escenario, el río, un irreconocible Guadiana Menor por debajo de las confluencias de los ríos Castril y Guadalentín, hoy sumergido bajo las aguas del embalse del Negratín, un verdadero mar interior de 567 hm3 de capacidad.
Conocido en aquella época como Río Grande, recuerda al río Guadalfeo, llamado de la misma forma, como tantos otros repartidos por la geografía española (y sudamericana). Ambos fueron soberbios y caudalosos ríos, especialmente durante los deshielos, antes de acabar de ser domesticados por embalses, presas, tomas y derivaciones. Sus torrenciales caudales y gran anchura imposibilitaban el vadeo entre puentes, algunos sumamente distantes entre sí. Entonces, el recurso más económico, elemental y práctico era tender un modesto cable de acero, lo que permitía el paso, una técnica que se sigue empleando en muchos ríos del mundo.
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