Pontones olvidados

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El río Aguamula (Aguamulas o Aguasmulas, que con todos esos nombres se ve escrito) es uno de los más salvajes y recónditos de Andalucía. No son calificativos retóricos, hay que conocerlo. Sin lugar a dudas, es uno de los mejores ríos, de uno de los más hermosos parques naturales de España (y el más grande), el de las sierras de Cazorla, Segura y las Villas.

El río discurre encajado, embrozado, inhóspito y relativamente alejado de caminos, ofreciendo rincones y panorámicas sorprendentes. Solo si uno está dispuesto a meterse por dentro del agua, y a atravesar espesuras y túneles de maleza, con las antiguas sendas de pescadores hoy perdidas, comprobará como con bastante frecuencia se le eriza el pelo con una sensación de absoluta soledad, de hallarse frente a espacios vírgenes. Una apreciación de la era moderna, ya que estas aguas pertenecieron a los antiguos serranos (y antes de ellos a otros), que buscaban en estas frías y oxigenadas corrientes que brotaban bajo la cordillera de las Banderillas el exquisito manjar de las truchas comunes.

Durante largas temporadas, el río constituía para aquellos hombres un obstáculo, una hercúlea barrera a la comunicación entre huertas, tinas, cortijadas, abrigos y chozas. El río se pasaba entonces a través de rústicos puentes de troncos de pinos salgareños (Pinus nigra), tan abundantes en esas sierras. En la terminología local se conocieron como pontones (de ahí el nombre de Pontón Alto y Bajo, un par de pedanías a orillas del recién nacido río Segura). Estos palos, gruesos y derechos como una vela, eran periódicamente arrastrados por avenidas y turbiones, para ser de inmediato repuestos.

Como un vestigio del pasado, como si en algunos rincones el tiempo se hubiera olvidado de pasar, aún es posible encontrarse tras un recodo del río algunos de aquellos troncos salvadores. Una solución rústica y práctica (como solían aplicar a todo los serranos antiguos), que evitaba dar fatigosos rodeos o exponerse a ser arrastrados por la furia de las aguas.

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