Extracto del «Mapa Geográfico del Adelantamiento y Vicaría de Cazorla (1787)», por don Tomás Gómez López, geógrafo de S.M., en el que se puede observar la ubicación del nacimiento del Guadalquivir en la sierra de Cazorla
Una tarde, hace ya un montón de años, me acerqué a la Cañada de las Fuentes desde el pueblo de Cazorla. El sitio estaba de moda entonces, bajo el reclamo turístico de ser el punto oficial de nacimiento del Guadalquivir, el «Gran Río» de Andalucía. La primavera daba sus últimas boqueadas y hacía calor de más en aquella alegre y luminosa tarde. El polvoriento carril ascendía por la margen izquierda del río hasta un portillo rocoso, que obligaba a cambiar de orilla valiéndose de un puente. Tras él se abría de nuevo el valle, en el que un letrero, junto a una casa forestal en ruinas (¡qué pena!), indicaba que había llegado a mi destino. Algunos vehículos allí aparcados se me habían adelantado. Una alfombra mullida y verde acogía a unas cuantas fuentecillas, que desparramaban un modesto caudal hacia el arroyo recién nacido. Más abajo, en los pilares del viejo puente que acababa de cruzar, y al cobijo de un singular arco de piedra caliza, manaba mas agua. Me dijeron que aquel era realmente el nacimiento, más firme que los anteriores manaderos, que llegaban a secarse. Una placa empotrada en la pared de un tajo daba cuenta del insigne punto de Andalucía en el que me encontraba.
Nacimiento oficial del río Guadalquivir, en la sierra de Cazorla (Quesada, Jaén)
Viendo el agua despedirse de su eterno abrazo con la piedra, camino del inmenso océano Atlántico allá por Sanlúcar de Barrameda, mi imaginación voló hacia los acontecimientos que aquel estratégico lugar tuvo que ver pasar a lo largo de la historia. Y fue entonces, sin proponérmelo, cuando sentado al sol a la misma orilla del agua me vinieron a la cabeza algunas conjeturas sobre por qué ese precisamente, y no otro, fue el punto elegido como nacimiento del Guadalquivir. Me sumaba con ello a otros muchos que habían hecho correr ríos de tinta, en este caso, sobre los posibles orígenes de este emblemático cauce andaluz.
Los griegos bautizaron a esta arteria principal del sur peninsular como río Tartessos, si bien asentados preferentemente en la costa no entraron a buscar sus fuentes. Los romanos lo llamaron Baetis, y con ellos se inició la controversia sobre sus fuentes. Para unos, éstas había que buscarlas en la cabecera del Guadalimar, afluente por la margen derecha del actual Guadalquivir, lo que los llevó al nacimiento del Guadalmena, en tierras de Albacete. Era el cauce más rectilíneo, el que seguía el eje natural de la cuenca a través del gran accidente tectónico longitudinal que delimitaba las tierras de la Bética (al sur) con las de Sierra Morena (al norte). No obstante, una mayoría se inclinaban por el Guadiana Menor, afluente por la margen izquierda. En ese caso, dudaban si el nacimiento sería el del río de Huéscar o el de Orce, decantándose más bien por este último en sus fuentes más altas, entre la Cañada de Cañepla y Topares, en tierras de Almería. Sin embargo, ninguna cita romana planteó que el nacimiento del río Baetis pudiera encontrarse en la sierra de Cazorla.
Los árabes, a lo largo de sus ocho siglos de presencia en la península, aceptarían las dos tesis romanas para el nacimiento del río, que pasa a llamarse Wadi al Kebir (Río Grande), a la que se suma una tercera minoritaria, que reclama para el origen del río las cumbres de Sierra Nevada, por estar allí las fuentes más altas de la cuenca (todo ello en pleno apogeo político del Reino de Granada). En cualquier caso, la opción mayoritaria se decanta nuevamente por asignar el nacimiento en el Guadiana Menor, que es el cauce de cabecera que presenta más caudal, un cauce más largo y mayor cuenca vertiente. Así pues, tampoco se plantean los árabes el origen del río en la sierra de Cazorla. De hecho, algunos autores llegan a citar como principal afluente del Wadi al Kebir por la margen derecha al río del Castillo de Hornos, en aquella época drenaje del macizo central de las sierras de Cazorla y Segura, y actual río Guadalquivir.
Habrá que esperar hasta la Reconquista de buena parte de la jurisdicción y la ciudad de Cazorla, durante el reinado de Fernando III, para comenzar a hablar por primera vez de este valle montañoso y aislado donde ahora me encuentro como origen del río. Se abandona así la tesis largamente defendida de las lejanas fuentes que nutrían al actual Guadiana Menor, tierras que seguían en manos musulmanas. Con ello se asume por primera que el Guadalquivir nace en la sierra de Cazorla. Aparte de las principales razones geo-políticas, ello tenía también alguna lógica, porque esa opción iba precisamente a la búsqueda de las fuentes que imaginara Estrabón en el interior de la Oróspeda griega (un amplio territorio montañoso entre las sierras de Alcaraz, Segura, Cazorla y aledañas). Cuando, finalmente, la cuenca del Guadiana Menor cae en manos cristianas ya es demasiado tarde para cambiar de decisión.
Cuencas hidrográficas de Andalucía, con detalle de la del Guadalquivir, donde se muestran los tres puntos de nacimiento principales a los que se ha aludido
En la época en que se decidió oficializar definitivamente el nacimiento del Guadalquivir, allá por el siglo XVI, una de las vías de comunicación más favorables de estas salvajes sierras forestales pasaba por el estratégico portillo y pradería con aguas donde yo meditaba ahora, lugar idóneo de parada y descanso de varías huestes cristianas, entre ellas las de Fernando III en 1243, o las de la reina Isabel «La Católica» en 1489. Y, siendo esas las fuentes más altas del río que remontaban, fueron finalmente las elegidas como nacimiento del Guadalquivir. Aguas abajo, los cristianos habían dejado un afluente por la margen derecha más caudaloso, el río Borosa, el río Blanco de los árabes, pero sus riberas eran muy escarpadas, casi impenetrables, especialmente a partir del farallón rocoso del salto de los Órganos. Y además, por aquel entonces ese río, siendo cristiano, hacía de frontera entre la Orden de Santiago (sierra de Segura) y el Arzobispado de Toledo, al que pertenecía el Adelantamiento de Cazorla (sierra de Cazorla), con mayor influencia política y eclesiástica en aquel momento, que era precisamente el que tenía bajo su jurisdicción a la Cañada de las Fuentes.
Definitivamente, pienso que con el Guadalquivir se cumplía a la perfección aquella cita bíblica que decía «La piedra que rechazaron los arquitectos es hoy la piedra angular». Sumido en todas estas reflexiones, me sorprende la raya de la sombra bajando por el tajo de enfrente, donde está la placa que habla del río. ¡Qué rápido pasa el tiempo en el campo! El sol ha volcado por Puerto Llorente y las sombras vienen echando su capa sobre estos profundos barrancos serranos. Casi al mismo tiempo, un aire húmedo que me trae fragancias a pino, baja helador desde los nacimientos. En mitad de la Cañada ha quedado un solitario vehículo.
Texto adaptado del artículo titulado «El Nacimiento del Guadalquivir en la Cañada de las Fuentes» (de «La Sierra del Agua, 80 viejas historias de Cazorla y Segura»)
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