Masas de Aguas Subterránea en la cuenca andaluza del Guadalquivir
Sé que con este artículo doy una pedrada en un plácido estanque. Pero propiciar el debate y la reflexión, cuando se piensa que el camino que se sigue no es el mejor, creo que es necesario. Para los que no estén al tanto, las Masas de Aguas Subterráneas (en adelante MAS), una terminología inadecuada desde el punto de vista lingüístico, son oficialmente “volúmenes claramente diferenciados de aguas subterráneas en un acuífero o acuíferos” (sic). Sobre el terreno se identifican como delimitaciones que encierran unidades hidrogeológicas (acuíferos o conjunto de acuíferos conectados) sometidas a unas mismas normas de explotación. Cuando uno ve sobre el plano esas delimitaciones, se comprueba que se trata de áreas poligonales, cuyos límites son, por tanto, relativamente discrecionales. A favor de las MAS está el que son figuras legales y cómodas de gestión, dentro de la complejidad inherente que conlleva la gestión de las aguas subterráneas.
Ese concepto relativamente “estanco” de los acuíferos o de las unidades hidrogeológicas, y consecuentemente de sus balances hídricos, tuvo sentido cuando la explotación de las aguas subterráneas comenzaba y se limitaba, como mucho, a algunos sondeos, en general, poco profundos (y también en la Europa húmeda, donde la explotación de las aguas subterráneas es casi simbólica). Con el tiempo, y el aumento de las extracciones en las regiones más áridas de la mano de un vertiginoso avance de las tecnologías de exploración, perforación y bombeo, aquel modelo conceptual ha quedado, a mi modo de ver, obsoleto.
Lo verdaderamente cuestionable es haber comprobado que esas MAS se han convertido en demasiadas ocasiones en herramientas de gestión ineficaces para el fin perseguido. Que, recordemos, es el de garantizar el “buen estado cuantitativo y cualitativo” de las aguas subterráneas, y, por extensión, también de las superficiales, aplicando el principio de unicidad del agua.
Corte geológico desde la sierra de las Villas hasta la loma de Úbeda (Jaén). Hoy día las estructuras geológicas se conocen bien en profundidad, y el aprovechamiento de las aguas subterráneas llega a ser rentable mediante sondeos profundos
Algunos quizás sepan de mi teoría-símil del “Papel Secante”, que no es más que una adaptación divulgativa del viejo modelo conceptual del flujo subterráneo de Toth (1962), en el que ya se hablaba de flujos locales, intermedios y regionales. O también de la ley física de los vasos comunicantes. En esencia, lo que vengo a defender es que la mayoría de las aguas subterráneas de una región están conectadas (mal conectadas si se quiere), tanto lateralmente como, sobre todo, en profundidad. Ello hace que buena parte de los volúmenes de agua extraídos del subsuelo (salvo que se trate de aguas fósiles o congénitas) tiendan a ser rellenados, llegando a afectar, si los descensos piezométricos son mantenidos e importantes, a territorios distantes en el medio-largo plazo. Todos los hidrogeólogos sabemos que las divisorias hidrogeológicas son “mudables” y que si se aumentan los gradientes hidráulicos (por descensos piezométricos) se pueden activar flujos hídricos que antes estaban imposibilitados por la baja permeabilidad de los materiales. En fin, no quiero extenderme más en justificar cosas que son de sobra conocidas. En esos casos de sobre-explotación, las figuras de las MAS dejan de cumplir su objetivo de garantizar una gestión sostenible (económica y ambiental) del agua.
Esquema modificado del modelo conceptual del flujo subterráneo de Toth (1962)
Esta ineficacia de las MAS vale igual, por parecidos razonamientos, para los perímetros de protección, normalmente establecidos para captaciones de aguas potables, aguas embotelladas y aguas minero-medicinales. Así se comprueba como, en demasiadas ocasiones, desde el exterior de esos perímetros, algunos bastante generosos en extensión, se termina afectando cuantitativamente a las captaciones protegidas, si bien para el resguardo de la calidad si son adecuados.
Sé que todo esto choca frontalmente con la reglamentación vigente que siguen los planes hidrológicos, que emanan, a su vez, de la Directiva Marco del Agua (2000), a mi juicio una norma que era necesaria, pero abiertamente mejorable. Cambiar las cosas, por tanto, será difícil, atrapados en burocracias que complican salirse del camino trazado desde países donde el clima es más húmedo y las aguas subterráneas tienen bastante menos importancia que en España. En esta ocasión, como en tantas otras, la responsabilidad legislativa recae en altos funcionarios y gobernantes, y no en los técnicos de a pie, que son los que finalmente se ven obligados a gestionar de forma sostenible el agua con herramientas que, a mi modo de ver, son ineficaces porque van por detrás de los tiempos tecnológicos que corren.
No sé si me he explicado suficientemente. Quizás se me entienda mejor con algunos ejemplos, con lo que dice la observación de campo, que debería ser la que mandara siempre, por encima de teorías y despachos. Lo que veo en demasiadas ocasiones son MAS teóricamente (y realmente) infraexplotadas, cuyos niveles piezométricos (¿sorprendentemente?) apenas se mantienen con la recarga y donde los manantiales merman de caudal (o se secan). ¿Qué está pasando entonces?, ¿adónde están yendo a parar las aguas que faltan? La explicación es bien sencilla. Sólo hay que darse una vuelta en mitad del verano por los contornos para comprobar que esas mismas aguas se están empleando en nuevos regadíos (o en otros sectores), muchas veces a decenas de kilómetros de distancia, en otras MAS menos exigentes concesionalmente hablando o incluso directamente fuera de cualquiera de ellas.
Eso, por ejemplo, es lo que está pasando en muchos sectores olivareros y de otros cultivos intensivos de los entornos a las sierras kársticas de Cazorla, Segura y las Villas, sierra de María-los Vélez, Sierra Mágina, sierras de Jaén y de Granada, la Subbética cordobesa y en todos aquellos lugares donde, por la razón que sea, las aguas subterráneas se vienen explotando intensamente y a grandes profundidades.
Hay situaciones similares en otros muchos lugares que suelen pasar desapercibidas para los profanos merced a la lentitud de los procesos que finalmente dan lugar a las afecciones (de decenas de años cuando menos), que además, para complicar las cosas, se enmascaran con descensos reales de recarga debidos al cambio climático (una percha en la que, en demasiadas ocasiones, colgamos casi “en exclusiva” nuestros males ambientales). Manantiales, ríos y humedales que se secan lentamente, espacios cada vez más escasos, y con menor salud hídrica y ambiental. Somos muchos los observadores de la Naturaleza (científicos, montañeros, senderistas, pastores, agricultores, etc.) que venimos detectando esas situaciones en nuestros campos, y sobre ello he escrito a menudo en foros científicos y de divulgación (ver algunas referencias al final). ¡Ojo!, eso nada tiene que ver con los intermitentes episodios de avenidas torrenciales, que darían a entender que la tierra está henchida de agua, cuando se trata realmente de escorrentías de alta intensidad, pero sumamente efímeras.
Estos meses atrás se ha puesto nuevamente de actualidad, a través del programa de TVE-2 el Escarabajo Verde, el caso del agotamiento del río Aguas, en el paraje de Sorbas (Almería), en una zona subdesértica que se ha dado en llamar el último oasis de Europa. Allí, la afección procede fundamentalmente de extracciones por bombeo para riego de olivares intensivos localizados a casi ¡30 kilómetros de distancia! El mismo programa ha tratado igualmente en otro de sus capítulos la situación hídrica del Parque Nacional de Doñana, afectada por extracciones para el regadío desde algunos de sus contornos.
De todas formas, el principal problema que pende sobre la gestión (in-sostenible) de las aguas subterráneas no son las actuales normas de explotación de estas cuestionadas MAS, sino la falta de control y el alto grado de “insumisión” que padecen las aguas subterráneas, hechos que vienen poniéndose de manifiesto desde hace decenios por multitud de expertos.
¿Soluciones? No son fáciles, sobre todo por derechos adquiridos, por ovillos de intereses y hechos consumados que serán difíciles de deshacer, pero con determinación se llegaría a fórmulas de gestión y de control de las aguas subterráneas más razonables y sostenibles. Desde luego, conocimientos y equipos de hidrogeólogos preparados no faltan.
En cualquier caso, lo peor sería no hacer nada (seguramente lo más probable). Si se sigue con la inercia oficial, muchas MAS, y las primeras serán las de cabeceras montañosas y las zonas húmedas, las más sensibles y valiosas ambientalmente, seguirán perdiendo nacimientos y agotando sus reservas hídricas, sin que muchos vean otra explicación aparente que “es que cada vez hace más calor, llueve y nieva menos”.
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Querido Antonio:
Gracias por tus reflexiones y conocimientos. Me parece realmente interesante y en consonancia con lo que nosotros vemos en nuestra experiencia de campo en relación con las comunidades de regantes históricas, especialmente aquellas que aprovechan surgencias o aguas subterráneas a través de sistemas de drenaje y captación de agua que han demostrado ser sostenibles durante centenares de años.
Hola José María, tú experiencia con los sistemas hidráulicos tradicionales en áreas de montaña ha debido ser clarividente. Son sistemas en lenta agonía (si nadie lo remedia) de los que dependían muchas fuentes y rezumes, que a su vez eran aprovechados por otros regantes aguas abajo. En la realidad, no existen en el campo los sistemas acuíferos tipo cajas estancas, ni compartimentados, ni separados por barreras que, en un momento determinado, el agua no pueda pasar (salvo excepciones, claro, que también las hay)
En mi primer examen de hidrogeología se me ocurrió poner ” toneladas” en vez de “metros cúbicos”, y me cayó la del pulpo. Es más, el profesor me escribió una nota al margen que decía: ¿pesa usted 55 litros?
Nunca más se me olvidó que el agua se mide en volumen. Ahora resulta que las unidades de gestión de las aguas subterráneas se llaman “Masas de agua”.
Gracias Antonio por intentar poner las cosas en su sitio y hacer de nuevo gala del sentido común.
Un abrazo
Hola Rosa, debiste tener un buen profesor, o al menos riguroso con el lenguaje, esa herramienta básica para la comunicación entre las personas, a la que cada vez se presta menos atención. Pero no es solo una cuestión lingüística, es un problema de concepción de cómo están funcionando las aguas subterráneas en situaciones de sobre-explotación
Opino que todo se reduce a consumir menos. No sobreexplotar para luego tirar.
Hola Juan Carlos, es verdad lo que dices, pero ¡qué difícil es contentarse con utilizar lo renovable, cuando la caja (las reservas) están llenas en muchos casos! (bueno, estaban)
Gracias Antonio, “ovillos de intereses y hechos consumados”; “observación de campo que debería estar por encima de teorías y despachos”. . . , gracias por esa síntesis para un problema grave. Animo para seguir dando información y datos.
Gracias Juan. Has sintetizado con acierto un par de reflexiones importantes del artículo. Yo creo que el verdadero “ovillo” de lo que está pasando
Me ha encantado y comparto tus reflexiones totalmente…
Gracias Juan. Tú experiencia en “Andarríos” me imagino que habrá sido decisiva para forjar tus opiniones. Sobre todo, duele más si se ha tenido posibilidad de conocer la evolución de los ríos en los últimos tiempos
Sólo puedo decir que es acertadísima tu exposición en este artículo y es lo que se nos viene encima, desgraciadamente. Con la intensa explotación de los acuíferos, se cambian los conceptos y los límites impermeables dejan de serlo, todo depende de la presión hidrostática a la que estén sometidos.